Por Elba Paniagua
Si no recupero el movimiento de mi mano derecha, pintaré con la izquierda; ¡o con las dos! ¿Qué más da?No se pinta con las manos; la pintura debe salir del alma, pasar por el cerebro y luego la emoción la debe derramar sobre una tela, madera o muro. Más aún, si mis manos no me sirvieran ya para pintar, colocaré los pinceles en mi boca y así pintaré. Esta es mi promesa a mí misma y a los demás y la cumpliré”.
María Izquierdo. Revista Verdisela, junio de 1950
Si visitamos el auditorio “Dr. Báez” dentro de la Facultad de Derecho, en Ciudad Universitaria-UNAM, encontraremos al fondo del escenario dos cuadros que, de inmediato, llaman la atención; escrito en medio de ellos dice “Facultad de derecho U. N. A. M.” Esos dos cuadros son La tragedia y La música, respectivamente. Creados en 1945 por la pintora María Izquierdo, estas dos obras fueron realizadas como parte de la serie que constituiría a la decoración mural del edificio principal del Gobierno Federal, el Palacio de Gobierno. Tendría como tema la historia y desarrollo de la Ciudad de México, a propósito de la idea de progreso y el ritmo acelerado de crecimiento de la capital que se vivía en aquellos años, el llamado Milagro Mexicano. Esta decoración mural, con más de 150 metros, incluiría una serie de pinturas que harían alusión a las artes. Pero el proyecto, encargo solicitado por el entonces Jefe de Gobierno Javier Rojo Gómez, no se llevaría a cabo finalmente, ni en aquel edificio ni en ningún otro.
Pero, ¿quién es esta artista?
Nacida en 1902, en San Juan de los Lagos, Jalisco, María Cenobia Izquierdo Gutiérrez tuvo a bien pintar desde muy joven. Poco se sabe de su vida antes 1928, cuando ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes en la Academia de San Carlos, ya que la pintora siempre guardó discreción sobre su vida privada. Con tan solo 26 años y durante su estancia en la Academia, María Izquierdo demostró poseer una calidad artística que rebasaba la de sus compañeros. Esto le valió el reconocimiento de Diego Rivera, figura destacada de entonces e inmediato referente de calidad. Diego, director en aquellos años de la Escuela Nacional de Bellas Artes, reconocería abiertamente el talento y la superioridad de María Izquierdo:
Rivera alabó en María Izquierdo la aguda observación de su dibujo, la cálida paleta cromática empleada y su manejo de la materia plástica (Lozano, 2002, pág. 307).
A partir de entonces, comenzaría una prolífica carrera que la llevaría a exponer en Nueva York, París, Moscú, Bombay, Londres y Sudamérica, produciendo más de 500 obras, según la propia María Izquierdo. Antonin Artaud, luego de su visita a México y su regreso a Francia, declaró que ella era la única pintora que realizaba autentico arte mexicano. Desafortunadamente, Artaud fallecería poco después de haber llevado cuadros de María Izquierdo para una exposición en París, sin que ella recibiera nada. Sin embargo, Artaud siempre dejó ver la admiración que sentía por ella y su pintura:
Incuestionablemente María Izquierdo está en comunicación con las verdaderas fuerzas del alma india (…) Porque un caballo de María Izquierdo, evoca inmediatamente todos los caballos que impresionaron el espíritu de los viejos mexicanos en el momento de la Conquista (Artaud, 1936).
Para Artaud, lo primitivo en la pintura de María Izquierdo reflejaba el verdadero espíritu indígena; las raíces del misticismo del México Antiguo, y la captura del ser mexicano en los colores y en el tono café tan representativo como una alegoría de la tierra nuestra.
El mural del Palacio
De tal manera que, con toda esta trayectoria en febrero de 1945, María tendría una oportunidad única para demostrar su talento: el mural del Palacio. Los medios hicieron revuelo, ya que se le concedería por primera vez a una mujer la oportunidad de realizar un mural, siendo que solo hombres habían sido destinados a este tipo de trabajos, principalmente José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y el mencionado Rivera.
La artista hizo entonces todos los preparativos necesarios para llevar a cabo dicha tarea, la cual sería, hasta ese momento, la más importante de su carrera y que significaría un reconocimiento a nivel mundial. Y, más que eso, lograría abrir nuevos espacios a más mujeres pintoras y rompería con el monopolio de autoría masculina.
La cantidad que se había fijado en el contrato era de $34, 843.50 pesos de aquellos años, los que cubrirían la producción total de la obra y sus honorarios. Se contrató al equipo, compuesto por Andrés Sánchez Flores y David Barajas, colaboradores de Diego Rivera. Se colocó el andamio, se realizaron los bocetos y en octubre del mismo año, después de algunos inconvenientes y una remodelación que se hizo al edificio, se le informa sobre la cancelación del proyecto, otorgándole a cambio un mercado o escuela o cualquier otro edificio para plasmar su pintura. María Izquierdo rechazó la oferta.
La causa de la cancelación: una junta privada previa convocada por Rojo Gómez, en la que participarían Rivera y Siqueiros. Según la historiografía documentada, ambos pintores rechazaron la idea de que fuese ella quien realizara una obra de tal magnitud, al considerarla incapaz por falta de experiencia y técnica. No se sabe exactamente qué sucedió en aquella reunión, pero fue decisiva para comenzar una pugna que duraría tres años y que llevaría a la mayoría de los protagonistas de la escena cultural del país a tomar partido. María Izquierdo protestó y, en vano, llevó el caso ante las autoridades: escribió cartas, firmó peticiones y criticó de manera directa al monopolio formado por Rivera, Siqueiros y Orozco, quienes en el año 1947 crearon la Comisión de la Pintura Mural, siendo ellos los únicos jueces.
Al año siguiente, Izquierdo presentó dos tableros transportables a fin de demostrar su capacidad para pintar al fresco y su técnica como muralista. Estos fueron La música (2.50 x 1.73 m) y La tragedia (2.40 x 1.70m), y los exhibió para su venta entre mayo y junio de 1946. Al no ser comprados, decidió donarlos a la Basílica de San Juan de los Lagos, en Jalisco.
Las críticas tras la cancelación
Mucho se habló en los periódicos sobre el tema. Los que la apoyaban hablaban de un arte auténtico, único, mexicano y que reivindicaba la figura femenina, por entonces secundada en el quehacer de la pintura y relegadas como motivo de decoración. En sus pinturas y bocetos para el mural, son mujeres las protagonistas de la escena, los agentes activos del tema. Los que se oponían, en cambio, hablaban de su falta o nula experiencia en la pintura mural y de lo básico de sus interpretaciones. Al parecer fueron varios pintores lo que coincidieron en la falta de talento de María Izquierdo. En un libro editado por CONACULTA, a propósito del centenario de su nacimiento, mencionan una cita del crítico Luis Islas García, de una supuesta carta que recibió Rojo Gómez, en la que externaba una opinión bastante tajante sobre el talento de la pintora:
¿Cree usted que quien ni siquiera ha sido capaz de resolver los escasos problemas que tiene el fondo de un retrato, va a saber encontrar la respuesta para los inmersos problemas de una decoración monumental?
Diego Rivera, que antes había alabado sus creaciones, no tuvo inconveniente en mostrarse abiertamente en contra de la pintora, mientras que Siqueiros declararía años después que había dado su opinión sobre el asunto, aunque no aclaró su postura:
La nula experiencia de María Izquierdo en la técnica del mural no le permite realizar una obra de tal envergadura. Se rescinde el contrato sin que María perciba indemnización alguna y sí hasta una amenaza de embargo por no devolver el anticipo (Gamboa, 1988).
A pesar de la negativa, y para cuando la pintura mural había perdido fuerza, María Izquierdo aún seguía produciendo y demostrando que su arte no estaba sujeto a modas o periodos. Continuó con la pintura de caballete, ganando prestigio en los círculos artísticos más importantes y madurando su técnica y uso del color. Incursionó en temáticas variadas, que incluyeron el retrato (Autorretrato, 1943), bodegones (El vaso verde, 1944), animales (La hija de Noé, 1943), paisaje (Infancia del país, 1952), alegorías (La tierra, 1945), el circo (Tony y Teresita en su número, 1945), que le causaba fascinación desde niña. También pintó escenas oscuras, como en el cuadro de Sueño y presentimiento, del año 1947 que, en opinión de algunos críticos, sería un presagio para la futura hemiplejia que sufriría la pintora en febrero del año siguiente. Esto, según contaría posteriormente su hija en una entrevista, derivó de la negativa sobre la realización del mural:
Ella ya tenía una lesión simple en la válvula mitral, pero cuando se le rescindió el contrato firmado por el licenciado Rojo Gómez, para que pintara unos murales en el Departamento Central le afectó tanto, sobre todo por la forma en que se había hecho, que enfermó (Alba, 1951).
El Museo de Arte Moderno (MAM) se dio a la tarea de recuperar la memoria histórica del archivo de María Izquierdo, declarado en 2002 Patrimonio Artístico Nacional y que después sería adquirido en 2005 por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
La gran artista
María no solo fue pintora, también fue crítica de arte y apoyó diversas causas altruistas donando y subastando cuadros. Emitía su opinión respecto a la situación del arte en México y sobre los nuevos artistas, también sobre cuestiones sociales, como la situación de la mujer. Un ejemplo de esto es el artículo que escribió titulado “Cartas a las mujeres de México” en el periódico Zócalo, invitándolas a unirse a la emancipación de la mujer contemporánea que se estaba igualando al hombre y, como tal, debía asumir nuevas responsabilidades, sin complejos de inferioridad; abogando por la idea de pareja como un asunto de dos, dejando clara su postura fuera de una idea de feminismo radical.
De haberse realizado aquel mural, María Izquierdo habría tenido un lugar en la historia universal del arte y en la pintura mexicana, como líder de un movimiento feminista. Además, hubiera tenido los medios necesarios para producir una mayor cantidad de pinturas con temáticas diversas. No se puede negar la valía de su obra en tanto que continuó con su producción a pesar de las negativas. El mural habría tenido un gran recibimiento, ya que hubiera sido congruente con la idea del México moderno a la que se aspiraba y que se intentaba vender.
Afortunadamente, María Izquierdo y después sus hijas, guardaron la mayoría de su producción pictórica, fotografías y artículos. Las pinturas La música y La tragedia, lograron recuperarse y restaurarse para deleite de todos aquellos que deseen contemplar su obra de cerca. Y, qué mejor recinto para su apreciación que la cuna de grandes artistas, humanistas, creadores y profesionistas comprometidos quienes, al igual que ella, querían y quieren ser escuchados, enaltecen el valor de los mexicanos a nivel nacional e internacional: la Universidad Nacional Autónoma de México.
Antes de irte, échale un vistazo a: Arte femenino, cinco pintoras oaxaqueñas
Bibliografía
Alba, Victor, (junio 1951), Trabajadora incansable, madre amorosa, regañona y polvorilla: tal es el retrato que pintan de su madre las hijas de María Izquierdo, Revista Hoy, citado en Archivo María Izquierdo del Museo de Arte Moderno, 2013, CDMX, CONACULTA
Artaud, A. (23 de agosto de 1936), La pintura de María Izquierdo, Revistas de revistas, citado en Archivo María Izquierdo del Museo de Arte Moderno, 2013, CDMX, CONACULTA
Hernández Jiménez, Gloria (8 de noviembre de 2019). Tragedia y Música: los avatares de la creación y la figura femenina en la obra de María Izquierdo. Obtenido de file:///C:/Users/usuario2/Downloads/50489-140336-1-PB.pdf
Izquierdo, María (2002). María Izquierdo una verdadera pasión por el color, CDMX, CONACULTA, 307 p.
Izquierdo, María (2013). Archivo María Izquierdo del Museo de Arte Moderno, CDMX, CONACULTA, 158 p.
Artaud, A. (23 de agosto de 1936), La pintura de María Izquierdo, Revistas de revistas, citado en Archivo María Izquierdo del Museo de Arte Moderno, 2013, CDMX, CONACULTA.
Semblanza: Elba Lillian González Paniagua es egresada en Literatura Dramática y Teatro por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realiza su tesis sobre Isabel Prieto de Landázuri. Sus líneas de interés e investigación son los Estudios de Género, Literatura del siglo XIX, y temas relacionados al horror y el terror. Ha escrito reseñas de cine y novela corta en publicaciones independientes, así como traducción de poesía. Tradujo textos y realizó pláticas sobre migración e inclusión en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), colaboró en los eventos del Centro Cultural Coreano y participó en el Coloquio sobre Cultura Coreana realizado por el COLMEX. Actualmente, brinda asesorías de reseña literaria en Librería Porrúa, colabora con ChildFund México en el área de Patrocinio Internacional y participa en obras de teatro independientes con temática histórica y literaria. Es colaboradora de Fundación Guendabi’chi’ A. C.