El arte no puede ser un indicador de la moral pública, del buen ejemplo de lo que está bien. Como tal, el arte necesita hablar de cosas que son difíciles, incómodas, que confrontan. Como un espacio de reflexión y libertad tiene esa facultad; hay cosas que deben ser señaladas y exploradas. Aquí es donde Apolo Cacho encuentra su forma de hacer arte.
Apolo Cacho: contexto y su numen artístico
El trabajo de Apolo Cacho responde a esta necesidad, no siempre muy valorada, de salir de lo agradable, de lo “bonito”, para irse al lugar contrario, a mostrar sensaciones que no son placenteras pero que necesitan ser tocadas, porque ya están afuera desde hace tiempo, a nuestro alrededor.
La vida en grandes ciudades y en países como México, donde el caos y los problemas circulan a la par de las personas, crea una alienación que nos engulle. A veces estamos tan metidos en eso que lo asumimos como algo normal, que siempre ha sido así.
Apolo Cacho se dio cuenta de que esto no es cierto; a través de sus dibujos y sus pinturas plasma la conciencia de poder ver la realidad fuera de esa caja de pensamiento producida por la alienación.
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Su trabajo no solo representa la violencia de los entornos públicos y privados que habitamos, sino las sensaciones que nos produce: miedo, impotencia, frustración, deseos, pasiones y esa furia que consume.
Sus influencias están en el cómic underground, la bande dessinée y el manga. En este último, en el movimiento “heta-uma”, que designa un estilo no tan pulido y anti estético de manga que se realiza así -a propósito-, como una contestación al manga excesivamente cuidado y estetizado.
Lo curioso es que el hecho de que una cosa no sea agradable a la vista o parezca hecha mal no quiere decir que sea fácil de hacer: la intencionalidad de crear imágenes que cumplan con esa función de manera efectiva revela un profundo conocimiento del estilo propio, el medio y sus posibilidades.
La obra como un espejo en Apolo Cacho
Apolo le da forma a este “Heta-uma mexicano” que cae bastante bien para reflejar las situaciones que se viven diariamente en este país. Sus imágenes son excesivas, atiborradas de elementos barrocos, de miedo al vacío, impulsadas por una necesidad de catarsis, una especie de ritual para exorcizar las sensaciones contenidas, de aliviarse de lo que tenemos; todo eso se desparrama sobre el papel.
Apolo posee esa conciencia como verdad, esa capacidad de poder ver las cosas sin el velo del pensamiento colectivo. Lo que ha hecho con ello es mostrarnos en lo que todos estamos sumergidos, parcial o totalmente: los perdidos, los que no encajan, los que creen que están bien y no lo están, los enajenados, los que no conectan con nada y nadie, los reprimidos e insatisfechos, los que viven en dolor.
Sentido de su obra
A pesar de todo esto, hay que decir que su obra no tiene un fin didáctico. Nada de eso, él nos muestra un reflejo y lo que habitamos todos los días: nuestros demonios; su obra es un espejo donde podemos vernos, si así lo elegimos, y es nuestra responsabilidad confrontarlo; no nos obliga a nada.
Ver la cara menos amable de uno mismo requiere valor. Llegar a ese lugar donde no hay hacia dónde correr puede ser demasiado para algunos. Apolo Cacho no nos estetiza la realidad ni nos endulza la vista, para ello ya hay suficientes alternativas. Estar dentro de algo muchas veces nos impide verlo, pero deberíamos saber que no estamos obligados a convivir con ello; ahí radica la conciencia: saber que a veces podemos elegir.
El trabajo de Apolo Cacho se está exhibiendo desde el primero de julio en la exposición colectiva de NNGalería. Para más información: www.nngaleria.com/ Ig: @nn.galeria
Para más información sobre la artista, en Ig: @apolocacho
Antes de irte a conocer más la obra de Apolo Cacho, échale un vistazo a: María izquierdo. El mural que debió ser.