El agave en el arte

De ornamento a Símbolo Nacional

Por Claudia Alatorre

El Agave es el nombre científico del maguey y cada término tiene una historia distinta y formas precisas para ser empleadas. Iniciemos con el segundo término, el cual se incorporó en el castellano mexicano en el siglo XVI, cuando los españoles arribaron a las Antillas. Llamaron maguey a la planta que en Mesoamérica era conocida como metl; esto, por su similitud con otras especies que habían conocido en el caribe (Granados, 1993, p. 99). Por otro lado, la palabra agave proviene de la botánica, y determina el género de la planta suculenta-semidesértica apta para terrenos agrestes.  Esta aportación científica es del naturalista sueco Carlos Linneo quien, a su vez, se inspiró en la mitología griega, retomando la locución agavos.

Recordemos que el agave es una planta que, en nuestro país, dependiendo su procesamiento y subgénero, es aprovechada para la producción de bebidas embriagantes como el pulque, tequila o mezcal (SIAP, 2019). Por ello, Linneo decidió retomar la leyenda de Ágave, una ménade o sacerdotisa del dios del vino, Baco, para nombrar a estas especies. En conclusión, los usos correctos de los términos son: Agave si nos referimos a su taxonomía, y maguey, de manera coloquial.

El agave en el arte

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Fig. 1. Mayahuel, Códice Laud, XVI. (Itiana 355, 2017)

La representación plástica del maguey tiene sus orígenes en nuestro país desde la época prehispánica. Los códices Borgia y Borbónico representan a la diosa Mayahuel (Fig. 1), diosa del metl en la mitología, como una figura importante que brinda alimento a los hombres (Katarkyna, 2001, p. 97). Después de las representaciones prehispánicas del agave, hubo algunas acuarelas de biólogos que estudiaban la flora durante sus viajes exploración en el nuevo continente.

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Fig. 2. José María Velasco, La Hacienda de Chimalpa, 1892. (xennex, 2016, Wikiart)

 

Sin embargo, la aparición del agave en el arte tuvo sus inicios en la pintura de paisajes, la cual llegó a México en la segunda mitad del siglo XIX, con los extranjeros Eugenio Landesio y Félix Bernardelli. Este fue el inicio de una práctica exhaustiva para registrar el espacio abierto, natural, citadino, espacial y olvidado por lo cotidiano, a través de los ojos de pintores mexicanos.

El paisajismo tardó en aparecer porque no era considerado una categoría reconocida en el gremio de pintores, ya que el paisaje no se relacionaba al reconocimiento de la nación sino hasta el final del XIX. La primera representación del paisaje agavero data de finales del siglo XIX en La Hacienda de Chimalpa (1892) (Fig. 2) de José María Velasco. Como podemos observar, el manejo del espacio que realiza Velasco es imponente, monumental; la aridez es evidente, pero con signos de actividad agrícola alrededor de la hacienda. No obstante, a Velasco le interesaba representar el paisaje más allá de retratar al agave por sí solo, ya que este aparece en escena circunstancialmente.

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Fig. 3. Gerardo Murillo, Atardecer, 1875. (Morton Subastas)

 

Dentro de las pinturas de paisaje de nuestro país, hay piezas que incluyeron, de manera ornamental, alguna planta de agave, ergo: Atardecer (1875) (Fig. 3) de Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Atl. Cabe destacar que este pintor ha sido reconocido por su habilidad e interés por los paisajes aeroespaciales. En su obra, coloca en primer plano las pencas de maguey que permiten ver, en un segundo plano, un gran paisaje con mucha profundidad que parece terminar con los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y cuyo atardecer va siendo devorado por la noche evocada con el azul-verdoso del cielo.

En el siglo XX se seguía considerando a los paisajes con agaves más ornamentales que simbólicos. Entre estos artistas, destacan Gilberto Guerra González con Paisaje de Tequila (1980) (Fig.4)

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Fig. 4. Gilberto Guerra, Paisaje de Tequila, 1980. (Suárez, 2011, p. 67)

y Jorge Enciso con su lienzo Paisaje de Jalisco (1998) (Fig. 5). En ambos casos, el paisaje es la temática predominante del cuadro, el manejo del espacio y sus contrastes de colores. Ambos pintores son oriundos del estado de Jalisco. Recordemos lo reconocido que es este estado por dos elementos a nivel nacional e internacional: su tequila y su música de mariachi.

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Fig. 5. Jorge Enciso, Paisaje de Jalisco, 1998. (Suárez, 2011, p. 66)

Agave como elemento de identidad nacional

Pero, ¿de qué manera se ha consolidado este imaginario de identidad jalisciense y mexicana? En primer lugar, tomando en cuenta de que el paisaje agavero estaba en peligro de desaparecer por la depredación social y la industria; por ello, surgieron medidas para frenarlo. Poco a poco, se reconocía este paisaje como un lugar donde interactuaban valores naturales, sociales, económicos e intangibles, que reforzaban la identidad de las comunidades de Tequila, Arandas, Amatitán, por mencionar algunos. Así, en 2006, y representado por Francisco Ramírez Acuña y algunos investigadores del INAH, Jalisco pidió entrar a la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO con su paisaje agavero (Hernández, 2013, p. 273). Así, lograron proteger 34,658 hectáreas que conforman el volcán tequila, el cañón del río Santiago y valles circundantes. Es una combinación de campos, destilerías, haciendas y pueblos que han sido un ejemplo tradicional de asentamiento humano y aprovechamiento de tierras.

Además, se inició una búsqueda histórica para enaltecer el quehacer de los hacendados y empresarios tequileros, quienes se asumieron como herederos de los primeros agricultores y fermentadores de mezcal, incluyendo ruinas arqueológicas de los guachimontones de Teuchitlán (Fig. 6). La UNESCO reconoció que el paisaje agavero está vinculado fuertemente a la identidad mexicana y su concepción en el mundo. De igual manera, el estado mexicano ha ayudado a la conservación del espacio protegido a través del financiamiento, investigación y promoción de la cultura con el programa “Pueblos Mágicos de México”. Estas son acciones atinadas para conservar el paisaje, sus tradiciones y, claro, mantenerse a la vanguardia ante los demás estados.

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Fig. 6. Esteban Tucci, Guachimontones Jalisco, 2011. (Tuki~commonswiki, 2012, Wikimedia Commons)

Cabe recordar que México tiene la mayor diversidad de agaves en el mundo. De 211 especies conocidas, aquí hay 159; es decir, contamos con 75% a escala mundial, siendo el Valle de Tehuacán-Cuicatlán la zona más diversa (García, 2007). Sin embargo, no es la mayor reproductora de agave del país, puesto que el liderazgo lo tiene Jalisco con una producción de 1,410 millones de toneladas de tequila, seguido de Hidalgo con 62,250 millones de litros de pulque, datos otorgados por SAGARPA en el año 2016.

Jimadores artistas y el icónico agave

 

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Fig. 7. OFVC, Tequila,  2009, Flirck.

Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado quien realiza está actividad? Solemos olvidarnos de los jimadores (Fig. 7), quienes cortan y extraen la materia pima del agave, en el caso de la producción de tequila y mezcal; se lleva a cabo con la jima o coa. Su trabajo es agotador, y se hereda de generación en generación; en una plantación podemos encontrar hasta tres generaciones trabajando juntas, con condiciones económicas que no les compensan, en municipios ricos con gente pobre. He aquí un testimonio:

Desde siempre hemos estado a merced del patrón. Si se le ofrecía que trabajáramos el domingo, el mismo día que salíamos a trabajar porque el patrón lo ordenaba y porque el trabajo escaseaba. Ya “ora” hay mucho trabajo, pero mal pagado porque hay mucha gente para trabajar… pero hoy también se enferma uno más por cargar las bombas con químicos en la espalda…Se la pongo fácil para que me entienda, hoy es 15 de septiembre ¿qué vamos a celebrar? Dizque la Independencia de México, ¿usted se la cree?, ¿de quién nos independizamos? Más bien, ¿quiénes se independizaron? Yo sigo esclavizado a la tierra a mis 61 años y nomás no la hago parir para mi fortuna, «nomás» para el patrón.

Es pura mentira eso de la Independencia, yo sigo igual que mis padres y ellos de los suyos y así va la cadenita…según eso que porque somos tontos no hemos podido mejorar nuestra situación ¿Será? Entrevista con Juan Venegas (2005). Recuperado de Hernández, 2013, p. 279.

Al parecer, conservar tradiciones y cultura ha provocado que grandes empresas se enriquezcan a costa de los locales. Analizando a los hacendados, encontramos el caso de Juan Manuel Hernández (Fig. 8) o conocido en su pueblo como “Manuelito” (Hernández, 2013, p. 280), cuya vida entera la ha dedicado a la jima y su patrón le pagó cursos de pintura para que adornara los muros de su hacienda. Don Manuel instruye a los nuevos jimadores y no recibe ningún beneficio económico por su labor; pinta sin reconocimiento de su creatividad. Incluso, ha participado en concursos pero, según su patrón, no es indispensable su presencia, únicamente le han dado su diploma.

[1] Dentro de la web no hay mucha información de Don Manuel, ni se sabe si su trabajo se dejó que fuese firmado; debo al lector la información para un siguiente artículo.  Pero hoy en día, los pueblos tequileros tienen una alta producción de pinturas de paisajes agaveros y agaves que se han tornado simbólicos. Desde el nombramiento de la UNESCO, el agave se volvió tendencia y generó una nueva práctica dentro de la población; la pintura:

…Pinté algunos paisajes de agave, que las mismas tequileras me compraban, por encargo. Yo les proponía la compra, pues necesitaba recursos para seguir pintando: “pintar agaves para que tú los cuelgues en tu oficina.” Así empecé a pintar series de diez, veinte cuadros de paisajes agaveros. Esto de manera un poco para retroalimentar económicamente y seguir trabajando en la pintura. Era una motivación económica Entrevista con José Antonio Martínez Guzmán, pintor profesional de Arandas. Recuperado de García, 2007.

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Fig. 8. Don «Manuelito».

Para sobrevivir, ahora el jimador se ha convertido en artista, dejando la jima para tomar el pincel porque es una actividad económica más lucrativa y menos desgastante. El pincel de estos artistas amateurs y profesionales nos muestran la forma en que interpretan la realidad y su representación termina fijándose en la memoria y en el imaginario colectivo de su comunidad, retroalimentándonos como nación. El mercado del arte ha valorado más la figura del agave porque ha pasado de ser un ornamento para convertirse en símbolo nacional. Tan importante ha sido la declaración patrimonial de la UNESCO que, cinco años después, se puso a la venta en Morton Subastas la obra de Dr. Atl en 1,700,000 pesos, quedando como la obra más cara por encima de un Botero, un Siqueiros y un Tamayo.

El agave es un símbolo mexicano creado en el siglo XXI, que nos brinda un deleite en paladar y nos da presencia a nivel internacional. El arte, en este caso la pintura, ayuda a consolidar el imaginario de lo mexicano alrededor de dicha planta sagrada. Sin embargo, no hay que olvidar las implicaciones sociales que sufren las localidades para que todo este simbolismo exista. El arte agavero, además de cumplir una función estética, puede ser el medio económico para que los pueblos tequileros tengan una mejor calidad de vida. Depende de nosotros fomentar su creatividad y subsistencia.

[1] Es un trabajo de campo impecable el que realiza el autor antes citado José de Jesús, en sus entrevistas a los jimadores del municipio de Tequila, Jalisco.

 

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Bibliografía

García Mendoza, A. J. (2007). Los agaves en México. Ciencias, 14-23.

Granados Sánchez, D. (1993). Los agaves en México. México: Universidad de Chapingo.

Hernández López, J. (2013). Paisaje y creación de valor. La transformación de los paisajes culturales del agave y del tequila. México: Colegio de Michoacán.

Katarzyna, M. (2001). Tlazoltéotl, una diosa del maguey. México: Anales de antropología.

Suárez Pecero, A. (Junio de 2011). Percepciones estéticas en torno al paisaje del agave y el tequila. Carta Económica Regional (108-110), 59-80. Obtenido de http://www.historiadeltequila.com/estudiosobrelmezcal/articulopaisaje.pdf

 

Semblanza: Claudia Montserrat Alatorre Vera es historiadora por la Universidad Autónoma Metropolitana- Unidad Iztapalapa (UAM-I) y especialista en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Actualmente estudia la maestría en Enseñanza de la Historia de México en curso en Universidad Abierta y a Distancia de México (UNADM), es docente a nivel medio superior, así como colaboradora de Fundación Guendabi’chi’ A. C.

 

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