Un templo donde la austeridad es la base de la espiritualidad y de la construcción.
Los templos de Oaxaca siempre nos sorprenden, por su decoración, su arquitectura, pero sobre todo porque a través de ellos se cuentan historias. El que visitaremos el día de hoy nos lleva por el camino de la pobreza espiritual y una serie de desventuras que lo aquejaron a lo largo de los siglos. Visitemos juntos el Templo de San Francisco en Oaxaca.
Cada templo de Oaxaca cuenta una historia diferente. En un acto generalizador podríamos llegar a pensar que todos son iguales o muy parecidos, dado que la gran mayoría datan de la época colonial, pero hoy vamos a descubrir lo contrario.
Por la evangelización del Nuevo Mundo
Viajemos rápidamente hasta la Europa de la Edad Media, en donde se fundaron los franciscanos. Fue Francisco, el poverello de Asís, quien en 1209 inició esta orden mendicante, que obtuvo por nombre oficial Ordo Fratrum Minorum, es decir la “Orden de los Hermanos Menores”.
Esta orden se caracterizó por vivir sin riquezas materiales, abrazando la pobreza. Con la conquista española arribaron a la Nueva España en 1523, llevando la primicia de la evangelización en estas tierras; sin embargo, en Oaxaca pasaría algo diferente.
No mucho tiempo después de haber llegado fundaron una misión en Teotitlán del Camino, lo que hoy es el municipio de Teotitlán de Flores Magón, ubicado en los límites con Puebla; por alguna razón, esta fue abandonada, de manera que el territorio oaxaqueño se quedó sin la presencia de los frailes. Casi al final del siglo un grupo de la rama de los Alcantarinos, o franciscanos descalzos, se estableció en Oaxaca y erigió el convento que enseguida vamos a conocer.
Un largo proceso de servicio
Fue en 1592 cuando recién llegados los Alcantarinos a Oaxaca iniciaron la construcción del convento. En principio fue dedicado a San Ildefonso, pero como no existía otra casa de Hermanos Menores en la región, pronto se le conoció como la Iglesia de San Francisco. Por unos cuantos años esta misión perteneció a la Provincia de Filipinas, pero posteriormente se instituyó la Provincia de San Diego de México, por lo que estos frailes también fueron conocidos como dieguinos.
Los cimientos de tan bella construcción se colocaron bajo la administración de fray Francisco de Torantos. En los dos siglos posteriores los sismos dañaron fuertemente el inmueble. Durante la época de la Reforma se les retiró a los frailes para convertir el claustro en hospital. Después de tantas desventuras, el templo regresó a manos de los franciscanos a mediados del siglo pasado, pero el resto del convento pertenece al gobierno, actualmente es el Centro de Educación Artística “Miguel Cabrera”.
Templo de San Francisco: pobreza en la espiritualidad y en la decoración
Como ya lo habíamos mencionado, la pobreza y la austeridad son la base de la espiritualidad franciscana; es por ello por lo que el interior del templo cuenta con muy poca decoración. Resulta extraño para una construcción novohispana carecer de retablos y yeserías; si hacemos la comparación con el Templo de Santo Domingo o la Basílica de la Soledad podremos notar que la Iglesia de San Francisco es realmente sencilla.
Como en la mayoría de las parroquias coloniales pertenecientes a esta orden, sus muros se encuentran decorados con cuadros que ilustran escenas de la vida de su fundador; a ellos se le suman algunas imágenes de bulto a las que los feligreses rezan con gran devoción.
En la parte posterior, detrás del altar, se ubica un cuadro de la Virgen de Guadalupe, la cual pareciera estar flotando entre nubes por la decoración que se le ha colocado alrededor. A los pies de la Virgen se encuentran San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, fundadores de las órdenes hermanas que revolucionaron la Iglesia medieval.
La capilla de la Tercera Orden
A esta edificación novohispana se le añade una construcción contigua: la capilla de la Tercera Orden. Regresemos de nuevo a la Edad Media cuando Francisco de Asís fundó la Tercera Orden de Penitencia, este era un grupo de seglares laicos que se dedicaban a la propagación del evangelio y que vivían bajo los aspectos de la regla pero que no eran sacerdotes o monjas. Por ello, en cada nueva misión que fundaban los franciscanos nacía una comunidad terciaria.
La capilla de la Tercera Orden se construyó en el s. XVIII y fue dedicada a San Elceario, un santo terciario del s. XIV. Su planta tiene forma de cruz, al igual que la del templo principal; si la pudiéramos ver desde arriba, observaríamos cómo se encuentran las dos cruces, una empotrada en la otra. La fachada y entrada de la capilla se encuentra en el lateral de esta y se puede acceder a ella directamente, o por dentro del otro templo a través de una puerta que los conecta.
Esta construcción es el vivo ejemplo de la variedad arquitectónica que tuvo lugar durante la época colonial. La próxima vez que te encuentres en el zócalo de la ciudad no dudes en visitarla, pues se ubica tan solo a cuatro cuadras de este lugar. Nos vemos pronto en otro capítulo que nos lleve por los caminos históricos de Oaxaca.
Antes de correr a conocer el Templo de San Francisco, échale un vistazo a: Oaxaqueños somos y… ¿Entre órdenes religiosas andamos?