Mi piel está seca

por Amalinalli Armendariz

Mi amor, el que me da vida, no ha venido a verme desde hace varias semanas. Nada crece en mí.

Algunas tardes, recibo una visita que apacigua mi sed, que me obsequia unas pocas gotas de agua provocándome suspiros inevitablemente.

Pero mi piel está seca.

El Sol es un compañero ígneo, severo. Ya no me deja respirar.

Y el viento, su inseparable secuaz violento, aleja las nubes que intentan consolarme y ayudarme en el reencuentro con mi amor.

¿Qué puedo hacer? No hay lugar donde refugiarme, el Sol siempre estará ahí.

Mi amor… él ha sido conducido a muchos lugares en estos días, pero no me ha visitado a mí.

Sin amor nada crece, nadie crece. No hay alimento.IMG_20200616_141411

Todo en mí se seca, se marchita. Aquello que aún se aferra a la vida me mira con esperanza, mas juntos perdemos nuestra agua, nuestro ímpetu y alimento.

Todos los días miro por horas al cielo, con la ilusión de encontrar alguna nube que me dé esperanza, algún mensaje o promesa del próximo reencuentro.

Pero no veo más que un cielo azul intenso, limpio, inmenso. Y, claro, el Sol.

Siempre había armonía entre todos, pero ahora algo ha cambiado. No comprendo qué ha sucedido. Creo que me distraje en algún momento, quizá mientras festejaba la cosecha pasada… Pero, de pronto, ya nada es igual.

Ni siquiera el pasto crece conmigo. Las malas hierbas, “las que nunca mueren” penden de un hilo, de varios hilos en realidad, pues sus raíces parecen eso, hilos delgados y frágiles. Quisiera ayudarlas, mantenerlas vivas, pero nada puedo hacer.

Hay un hombre sabio. Él depende de su siembra, su familia depende de su siembra.

Mejor dicho, la humanidad entera depende de la siembra…

Qué duro ver cuando los hombres recuerdan que dependen de la naturaleza para vivir, que somos uno. A ellos les gusta pensar que con la tecnología están muy lejos de nosotros, que ya no nos necesitan, pero la tecnología no está disponible para todos. Nosotros siempre hemos estado aquí, dispuestos a ayudar sin pedir nada a cambio, estamos para todos por igual.

Mi piel extraña el contacto con las diminutas manitas y piecitos de los niños jugando conmigo. Extraño tantas cosas.

Tengo la piel seca, pero mi corazón siempre late contento, jovial, a la espera del reencuentro.

A todos mis hijos les regalo felizmente mi vida. ¿Por qué se han alejado?

Queridos míos, viven en mí. Pueden pensar que me han dominado, pero observen bien. Estoy aquí.

Ayer, el hombre dijo que, si no llueve antes de que termine este ciclo de la Luna, toda su siembra se perderá.

Escuché un susurro antes de entregarme al consuelo frío de la Luna, era el señor que decía:

 “Yo sólo sé que necesitamos que llegue la lluvia porque la tierra está seca.”

Antes de irte, tal vez te gustaría echarle ojo al poema: Rosa

Amalinalli Armendariz Jaramillo es egresada de la licenciatura de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus líneas de investigación se relacionan con la filosofía de la mente, filosofía del cuerpo, filosofía japonesa, el budismo, la meditación y otros aspectos relacionados al pensamiento oriental. Actualmente forma parte del grupo de Redacción Digital QUIXE.

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