La poeta Ñuu savi Nadia López García nos cuenta sobre sus motivos para escribir, sus temas e inspiraciones.
Edgar Vargas y Pamela Flores / Redacción Quixe
La semana pasada publicamos la primera parte de la entrevista a la poeta mixteca Nadia López García. Durante esa conversación inicial, Nadia nos habló principalmente sobre lo que para ella significa escribir, sobre el acto de crear. Asimismo, la poeta mixteca también nos platicó acerca de los temas de sus escritos, sus poemarios y de los intereses que ahora ocupan su creación. Aquí les presentamos la segunda parte de nuestra conversación con la poeta mixteca, esperamos que la disfruten.
Quixe: Nadia, está increíble todo tu trabajo, estamos sorprendidos con todo lo que nos has compartido, y coincidimos en que resulta vital para los niños comunicarse en su lengua materna. Un niño que no lee en mixteco va a vivir un mundo distinto a uno que puede acceder a textos en su lengua; seguramente habrá una escisión en su personalidad. En este sentido, ¿qué significa para ti escribir en mixteco/tu’un savi y en español?, ¿qué funciones tienen para ti las lenguas?, ¿cuál es la relación que tienen para ti esas dos lenguas en la literatura?
Nadia: Es una pregunta que responder podría llevar horas. No soy lingüista, lo que puedo decir es que hablar otro idioma no solo significa pronunciar distinto sino estructurar un pensamiento particular en ese idioma. El mixteco tiene sus propias peculiaridades; por ejemplo, tenemos muchas cuando hablamos con respeto y cuando no; también hay un “nosotros” que te incluye y uno que no. Una lengua tiene que ver con cómo te sitúas, pronuncias o enuncias en ese mundo en el que estás.
Me enteré de esto en la escuela de una forma un poco dura. Este ejemplo me gusta compartirlo porque es sencillo, pero ilustrativo. Nosotros en español decimos “hay un árbol de”, pero en mixteco eso no existe, decimos xituti cuá, que sería “el árbol naranja”. Cuando estaba en la escuela, en la clase de español, me di cuenta de que yo escribía así, hacía una traducción involuntaria, ponía “árbol naranja”. En una tarea, en la que teníamos que hacer una biografía de alguien, yo escogí a mi abuelita, la tía mamá de mi mamá, y escribí eso, que ella estaba bajo “el árbol naranja”, y la maestra agarró su bicolor -ya saben, el rojo- y empezó a poner “de” en todos lados, es decir, donde decía “árbol naranja” le ponía “árbol de naranja”. Me puso 7, porque no había escrito de forma correcta. Y en ese momento no reparé en lo que eso significaba, más bien me hice a la idea de que yo estaba mal, que tenía que escribir bien.
Un poco más grande, al empezar a reflexionar en esos momentos en los que la estructura de mi lengua había cambiado para amoldarse a la del español, me di cuenta de que no había sido solo una ocasión, sino muchas a lo largo de mi vida. Y me dije: “bueno, quizá no solo tiene que ver con una letra o un nexo, con el “de” que faltó, sino tiene que ver con que -en mixteco- el “árbol” tiene el mismo poder que una “naranja”. Podríamos decir que tiene más importancia el árbol porque da muchas naranjas, y una naranja es solo un fruto y es pequeñito; en cambio, para nosotros, el árbol y la naranja tienen el mismo valor, no podemos decir “el árbol de naranja” porque ambos valen lo mismo: la naranja está siendo árbol y el árbol está siendo naranja, es como si fueran la misma cosa. Algún día, quizá, me ponga a explorar todas esas peculiaridades de la lengua, porque pienso que hay mucho detrás de ella. Escribir en un idioma distinto no solo implica usar grafías distintas, sino posicionar y estructurar el pensamiento desde esa lengua.
En función de eso, para mí, escribir en dos idiomas ha sido como una tarea de espejo. Una tarea de establecer un diálogo constante con la Nadia que conoce las dos lenguas y que en algún momento tiene que llegar a tocarlas. Hay palabras que escribo en mixteco que no se traducen al español, y viceversa.
A la mayoría de los escritores en lenguas originarias nos ha correspondido hacer una doble función, la de escribir y de traducirnos, ya que hay muy pocas personas que traducen en nuestras lenguas. Además, a diferencia de otros idiomas y de otros traductores, no tenemos diccionarios u otras herramientas para hacerlo. Traducir tu propio texto puede ser un arma de doble filo, ya que al ser tu propio texto, corres el riesgo de modificarlo.
Y me ha pasado, de pronto tengo mi texto en mixteco, al traducirlo al español me doy cuenta de que algo suena mejor de otra manera, entonces me regreso al original, y lo cambio. En este proceso, ambos textos se van modificando al mismo tiempo y luego ya no sé cuál fue el texto original, ambos se fusionaron y cambiaron mutuamente. Por otra parte, nuestras maestras Selma Ancira y Cristina Rascón, por ejemplo, cuando traducen profesionalmente los textos de otros, no le cambian al original para que la traducción pueda decir otra cosa.
Traducir y escribir tu propio texto tiene riesgos, pero también tiene mucho a favor porque podemos hacer muchas modificaciones mediante la lengua. Desde la literatura, podemos revestir las palabras, refundarlas. Por ejemplo, la palabra esposa, que se dice dzin ñáa y que en estricto sentido significa “mujer que es hija” o “mujer-hija”, a mí se me hacía tremenda; entonces dije: “quiero tener un reto de cómo recrear la palabra “esposa” y que diga otra cosa a lo que originalmente significaba”. Entonces, para mí la literatura también ha sido un ejercicio de repensar la lengua propia y de dónde vienen esas palabras, desde cuándo y por qué se hicieron.
Puede que un poema no cambie una cultura, pero creo que sí puede insertar pequeños atisbos de malicia, puede comenzar a generar esos pequeños cambios. Algo que me agrada y que me motiva a seguir escribiendo, es que muchas mujeres se me han acercado a contarme sobre lo que leyeron y su inquietud por comenzar a escribir desde su lengua, que tienen sus poemas, sus relatos; y, creo que para mí, independiente de lo que piense un escritor en español, ésa es de las cosas por las que sé que lo que hago tiene sentido. Pienso que la palabra tiene una gran posibilidad de construir y de destruir; esto último en el sentido de demoler las formas que nos han mantenido a las mujeres en silencio.
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Q: Sí, tiene muchas implicaciones distintas escribir en una lengua indígena. Cuando uno se dedica, como es mi caso, a la filología antigua, se tiene una relación diferente con las lenguas y con la literatura. Por ello, escucharte me emociona mucho . Lo que tú escribes tiene algo que impacta directo a las personas; en relación con esto, ¿qué es lo que decides escribir en mixteco y qué en español?
N: Es bien curioso, porque hace como un mes estaba en un festival de poesía, me habían invitado a leer en español, y me encanta que me inviten a leer en español, pero hacia el final, en la última ronda, leí dos poemas en tu’un savi, con su correspondiente traducción al español, y una poeta me preguntó si yo había escrito todo lo que había leído, y le dije que sí. A lo que ella continuó: “es que parecen dos mujeres distintas, lo que leíste en español no se parece a lo que escribes en mixteco, incluso en la manera en que construyes el poema, cómo lo inicias y las temáticas que abordas”.
Y ayer, que preparaba un manojito de poemas que se van a una revista, pensaba: “en español hablo como otra, hablo del gato, de una cama individual, de otras cosas, a diferencia de lo que escribo directamente en tu’un savi”. Y es que, casi la mayoría de lo que escribo en mixteco tiene que ser cuando estoy en mi casa -bueno, en la casa de mis papás-; no puedo escribir en una lengua en la que no esté pensando constantemente, que no esté escuchando todo el tiempo. Obviamente, hay momentos en que, aunque esté en la CdMx, mi pensamiento está en otra lengua y escribo en esa lengua; pero, la mayoría de las veces, me digo: “cállense todos los ruidos que están en español, porque voy a pensar en mixteco”. No sé cómo funcione para otras personas, yo les cuento mi experiencia.
Porque cuando estoy en casa de mis papás todo está en mixteco; desde que amanece hasta que anochece, hasta los sueños son en mixteco; y es muy fácil escribir directamente desde mi lengua, así, como sale en ese momento. Es cuando estoy en la ciudad, con más tiempo, que me siento a ver lo que escribí y comienzo a traducir o a tallerearme; pero digamos que el germen, la semilla, fue en mixteco. Sin embargo, no voy a negar que hay cosas que nacen en español y que yo decido traducir a mixteco, pero eso tiene que ver con que su raíz está anclada en el mundo ñuu savi.
Q: Entonces, ¿escribes en tu’un savi’ los temas que tienen que ver con tu familia o de la convivencia con ella?
N: Sí, totalmente. Por ejemplo, acabo de terminar un poema que tiene que ver con la contingencia y el privilegio de estar en un home office. Ese poema lo escribí en español, no se me ocurrió escribirlo en mixteco, la verdad. Y, por otro lado, había escrito un poema relacionado con una de mis tías que fue muy ingrata con su mamá; cuando lo creé, surgió en mixteco y ni siquiera hice el ejercicio de traducirlo al español, tampoco sé si lo publicaré o si será solo para mi familia. Creo que también tiene mucho que ver con el lugar en el que esté, con la circunstancia, con todo lo que esté en mi cabeza en ese momento que lo escribo.
Q: Finalmente, Nadia, imagina que toda tu obra va a desaparecer, ¿podrías decirnos tres poemas que las personas deberían leer antes de que desaparezcan? O esos tres poemas con los que los lectores podemos acercarnos a tu poesía…
N: Ntuchinuu, “Ojos”, creo que sería el primero, sobre todo porque fue uno de los poemas con los que pude enunciar no solo la herencia física, sino con lo que una hereda sin darse cuenta. Otro sería Kue’e tachi, “Viento malo”. Y el tercero Choko ncha’i, “Hormiga negra”.
Q: Nadia, te agradecemos mucho que hayas conversado con nosotros, ha sido muy enriquecedor. Tus reflexiones han sido muy ilustrativas sobre lo que implica la escritura en lenguas indígenas, en diferentes aspectos. Estamos muy emocionados por todo lo que nos has compartido.
N: Muchas gracias a ustedes. Ojalá que los lectores de Quixe también se contagien de esa emoción e interés por acercarse a nuestras lenguas.
De esta manera, terminamos una enriquecedora entrevista con la escritora Nadia López. Sin embargo, hará falta siempre leer con detenimiento su poesía para poder conocer el mundo de la literatura en tu’un savi’. Por ello te recomendamos adentrarte en la lectura de sus obras Isu Ichi/El camino de la vida (2020), Tikuxi Kaa/El tren (2019) y Ñu´ ú Vixo/Tierra Mojada (2018). Una vez hecho el recorrido entre las hojas de sus obras, las palabras de Nadia tendrán todavía un mayor sentido, querido lector.
Antes de irte, échale un vistazo a: Escritores actuales en Oaxaca: ¿Cómo y de qué se escribe?