Los vínculos afectivos entre las especies
Por Amalinalli Armendariz En la actualidad, nos hemos asombrado al enterarnos de que algunos animales

Por Amalinalli Armendariz
En la actualidad, nos hemos asombrado al enterarnos de que algunos animales cuidan y se hacen cargo de otros, de diferente especie, y conviven con ellos armónicamente; por ejemplo, la tigresa que adoptó a unos cerditos (Ver nota aquí) o el caso de la paloma “Noah” que aceptó a conejos, ardillas y hasta a un cervatillo (Ver nota, aquí).
Sin embargo, ¿por qué no nos asombra el hecho que las personas tengan mascotas o animales de compañía y que lo hayamos asumido como algo “normal”? Si lo vemos desde otra perspectiva, en realidad se trata de un animal (el ser humano) adoptando y cuidando a otro de una especie diferente.
Esta convivencia del hombre con otras especies se remonta a muchos años atrás, cuando el ser humano se aproximó y domesticó a determinados animales que favorecían su estilo de vida, como el caso de las ovejas, los cerdos y los perros. Cada uno de ellos cumplía un papel que beneficiaba a ambas partes (hasta cierto punto, ya que la “superioridad” del hombre siempre ha predominado en su relación con otros animales).
Estas prácticas las seguimos realizando; pero, los animales con los que compartimos nuestros espacios ya no son los mismos, pues las motivaciones –en algunos casos– son diferentes; por ejemplo, Leonardo F. Gómez et al, sostiene que “numerosos son los estudios que han demostrado cómo las mascotas influyen de manera positiva en la salud y en el bienestar humano. Las investigaciones científicas han clasificado estos efectos en cuatro áreas específicas: terapéuticos, fisiológicos, sicológicos y sicosociales”[1].
Así, encontramos que perros, gatos, peces, algunas aves y roedores, encabezan la lista de especies que encontramos frecuentemente como “animales de compañía”. Pero esta relación no es objetiva, ya que el ser humano tiene la tendencia a proyectar sus sentimientos, conductas, características y personalidad en todo aquello que le rodea; esto se conoce como antropomorfismo. Así, hemos llegado a juzgar a los demás animales desde nuestro parámetro de conducta, de lo que consideramos “adecuado”. ¿No suena un poco a locura?
Veámoslo con un poco más de profundidad. Girola nos dice que los perros, en la antigua Roma eran ejemplos de fidelidad, protección, fiereza, valentía y se ayudaban en las cacerías; en cambio, en Grecia se consideraban como no pulcros, no virtuosos y desvergonzados[2]. Además, existen numerosas historias, mitos y referencias de la relación humano-perro en la historia.
En cambio, los gatos no han sido tan populares en la historia, a pesar de que eran adorados por los egipcios como parte del culto a la diosa Bastet. Si bien es cierto que –en algunas culturas– han sido objeto de inspiración en el arte, la música, la literatura y hasta en símbolos de prosperidad y buena suerte, los gatos sobresalen por tener una imagen ambivalente. Es decir, por un lado un símbolo de divinidad, pulcritud y respeto; y por otro, un “ícono de maldad, brujería, y relacionada con entidades demoníacas”[3]. Dependiendo de la sociedad…
Los gatos fueron bien recibidos en poblaciones como Grecia y Roma por su habilidad para cazar alimañas, así como por su notable limpieza, a diferencia de otros animales que cumplían esa misma función, como las comadrejas; sin embargo, obtener un gato no era algo sencillo, porque eran animales caros en el mercado, de manera que tener un espécimen en casa significaba un lujo y soltura económica.
¿Qué de todo esto es lo que ha ayudado a que los gatos ocupen un lugar especial en nuestras vidas? Actualmente nos encontramos con poemas, canciones, pinturas y hasta musicales dedicados a estos peculiares felinos.
Lamentablemente, la rápida proliferación de los gatos y la falta de responsabilidad de sus dueños, por ejemplo, han dado como resultado que muchos de ellos estén en las calles, situación que ocasiona desequilibrios ecológicos o el que sufran enfermedades y accidentes, por mencionar algunos de los problemas; por lo que me siento comprometida a recomendar la esterilización de aquellos animales de compañía que tengamos en casa y a que nos comprometamos y hagamos responsables de su cuidado.
Hoy en día, el imaginario de los gatos en muchas ocasiones sigue girando en torno a la ambivalencia de sus consideraciones de divinidad, protección y majestuosidad o “mala suerte” y “maldad”; por otro lado, también es cierto que los que nos consideramos amantes de los gatos, vemos en ellos: una bolita de pelos llena de ternura, que nos encanta con cada uno de sus movimientos, su destreza, temperamento, sus ojitos pizpiretos, sus acolchonadas patitas y su cautivador ronroneo… Indudablemente, tenemos con ellos fuertes vínculos afectivos.
Ilustraciones: José Manuel Garduño