Una iniciación a través de mis pupilas

Acercamiento

 Por Elba Paniagua

Ilustraciones: Itzel Gil

En un campo abierto lleno de luces, en el que nunca había estado, miro a lo lejos una congregación. Alcanzo a notar en medio de todos, una persona hundida hasta la cintura, un cuerpo quieto, resignado a ser manejado por el resto de los presentes. Una luz blanca ilumina su cuerpo, cubriéndolo de un blanco absoluto.

Lentamente, me acerco escondido entre los matorrales y pienso: “pareciera que fuese una secta en un proceso de iniciación”.  A su alrededor, todos tienen la misma actitud y vestimenta, como si fuesen soldados… La cruz horizontal sobre su cabeza manipula sus extremidades, jugando delicadamente con su brazo derecho, atado con un delgado hilo tensado que lo levanta en escuadra. Apenas un poco sobre su oreja, la muñeca caída cede al movimiento. Otro hilo descansa en su brazo izquierdo, aún controlando su mano, apoyando los dedos sobre su rostro, cubriéndolo, apenas visible. Se miran los hilos tan delgados, parecieran frágiles; pero, quizá, no pueda moverse.

Por un momento, el cielo atrajo mi mirada, y cubre aquel campo donde las luciérnagas parecen estrellas; un lugar de ensueño de libertad. Agacho el rostro con una sonrisa, conPasto ansias de tirarme al pasto y dejarme ser, mientras hago nada; pero, entonces, viene a mi mente el individuo frente a mis ojos que, con la cabeza inclinada, no mira ni percibe nada. No escucha, no ve, no habla, como un muñeco roto, como una marioneta.

Entonces, ¿de qué sirve la dulce y embriagante evocación del universo en una escena de ensoñación, si se está hundido en medio de la nada, con cuatro hilos atados al cuerpo como único sostén? Su mirada denota tristeza. Sus párpados caídos, casi cerrados. Su boca abierta congela palabras, si es que existieron alguna vez. Podría ayudarlo a salir, pero parece que no quisiera escapar. Se le ve cansado. Su semblante refleja resignación, arrastrada de tiempo atrás, con un fin inminente, un destino único sin alternativa.

Encabezado Elba

Ya no queda más que esperar… Quizá alguna liberación se manifieste y pase desapercibida ante mis ojos mortales. Quizá el rol de marioneta sea su salvación.

Mientras se van alejando, miro cómo lo alzan y, estando de pie, se pierde entre la multitud. Es un hecho; ya no es dueño de sí mismo. Quizá, nunca lo fue. Puede que yo sea el próximo, cualquier otro.

O, ¿acaso ese individuo será un reflejo de mi ser?  No lo sé, debe haber algo que yo no vea ni sepa.  Por ahora, me recuesto cómodamente sobre el pasto y sueño con volar.

Elba Lillian González Paniagua es egresada en Literatura Dramática y Teatro por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sus líneas de interés e investigación son los Estudios de Género, Literatura del siglo XIX, y temas relacionados al horror y el terror. Ha escrito reseñas de cine y novela corta en publicaciones independientes, así como traducción de poesía. Tradujo textos del inglés sobre migración e inclusión en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA). Actualmente, brinda asesorías de reseña literaria en Librería Porrúa, y ganó el Primer Lugar de Calaveritas Literarias Porrúa. Es colaboradoras de Fundación Guendabi’chi’ A. C.

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