Un rasgo característico de gran parte del territorio oaxaqueño son sus altas temperaturas, no en vano José López Alavés lo denomina “Tierra del Sol” en su Canción Mixteca. Pero su calidez no solo describe el clima, también alude al cariño y cordialidad que tiene su gente. Estos rasgos se ven reflejados en muchas de sus tradiciones y hoy conoceremos juntos el día de la Samaritana en Oaxaca, una práctica que con el paso de los años ha tomado su forma actual: una fiesta llena de alegría, agua y color.
¿Qué es el día de la Samaritana en Oaxaca?
Se le llama así a la costumbre de regalar agua por las calles de Oaxaca. Se celebra el cuarto viernes de cuaresma, por lo que, al igual que esta, no tiene una fecha fija. Pero esta tradición no solo tiene su chiste en el agua gratis, sino que va acompañada del entusiasmo de las personas que la hacen posible y de la alegría de quienes, agradecidos, reciben parte de la riqueza gastronómica del estado.
Sus orígenes milenarios
Vayámonos un par de milenios atrás. Esta tradición oaxaqueña nace del pasaje bíblico de “La mujer samaritana” en el evangelio de Juan. En él se lee que cierto día Jesús llegó, junto con sus discípulos, a una ciudad de Samaria, llamada Sicar; pero mientras ellos fueron a comprar comida, él se quedó sentado a la sombra de un árbol junto a un pozo de agua; durante su espera, llegó una mujer a proveerse del líquido vital. Jesús le pidió un poco y, aunque era conocida la rivalidad entre judíos y samaritanos, ella le brindó el agua.
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La samaritana de Oaxaca
Regresando a este lado del mundo, se cree que la tradición tiene sus antecedentes en las representaciones de pasajes bíblicos que empleaban los evangelizadores durante la época colonial; desde ahí ofrecerle un vaso de agua al necesitado se convirtió en sinónimo de caridad. Pero fue en el siglo pasado cuando esta celebración se formó tal y como la conocemos hoy en día.
Por la década de los cincuenta vivió doña Casilda Flores Morales, mejor conocida como “La horchatera”, porque vendía aguas frescas en el mercado Benito Juárez. Ella encarnó el espíritu de “la samaritana” al ofrecer agua gratis a los estudiantes que llegaban sedientos y sin un peso en la bolsa. La generosa acción de doña Casilda trascendió viviendas y negocios, así, otras personas se fueron sumando al bondadoso acto y con el pasó del tiempo se consolidó como una tradición.
Comienza la fiesta
En punto del mediodía, misma hora en que Jesús pidió agua a la samaritana, comienza la repartición del agua gratis. En el centro de Oaxaca oficialmente da inicio frente al Templo de la Sangre de Cristo, pero esta tradición también se lleva a cabo en otros municipios de la Región de los Valles.
A las estaciones donde se obsequia el agua se les llama “pozos”; ya que de ahí sale el refrescante líquido que se encargará de mitigar la sed. Por lo mismo las ollas suelen adornarse con papel estampado que simule los ladrillos de estas construcciones.
Además, tanto las carpas que proveen de sombra, como las mesas y las ollas suelen adornarse con papel o tela de colores blanco y morado; la combinación propia del tiempo cuaresmal que significa la purificación (morado) para celebrar la resurrección de Cristo (blanco). De igual manera, por su color, es normal ver flores de buganvilia complementando el adorno.
Miles de samaritanos
Actualmente no solo se obsequia agua, sino también bebidas típicas como el tejate y nieve de distintos sabores ¡El chiste es atenuar el calor! Si te acercas a uno de los “pozos” recibirás el elixir de la frescura de manos de las hermosas chinas oaxaqueñas; es decir, mujeres que se han vestido con sus trajes típicos para realizar esta maravillosa labor. En la actualidad, para extender la tradición por generaciones, se incluye también a las escuelas y los colegios, así que también es probable que te encuentres con jóvenes estudiantes que, felices por sus nieves y aguas, te contagien de su energía.
¿Cómo te quedó el ojo después de conocer la fiesta de la Samaritana? ¿Te gustaría vivirla? Estamos seguros de que esta bella tradición oaxaqueña está llena de gozo, porque con cada vaso de agua los oaxaqueños no te dan solo eso, sino también un pedacito de su corazón.
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