Por Teresa Cortés
“[Las canciones de Cri-Cri] nacieron para vivir
en el amplio y libérrimo territorio de la imaginación,
en ese espacio donde no hay fronteras ni etiquetas”: Elvira García.
Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que todos hemos escuchado al menos una canción de Cri-Cri. Tal vez ubiques las más conocidas, como: La patita, El chorrito o El ratón vaquero. O quizá fuiste de los niños que crecieron escuchando toda su música y conoces las menos populares, como: Pastorela mexicana, La Jota de la J o la Fiesta de los zapatos. Yo me encuentro en la segunda situación y, de hecho, los ejemplos anteriores son algunas de mis piezas favoritas.
He escrito las siguientes líneas inspirada en la admiración que le tengo a don Francisco Gabilondo Soler (1907-1990), la mente maestra detrás de Cri-Cri. El Grillito Cantor. Sin embargo, mi formación historiográfica no me permite idealizar completamente al compositor veracruzano que ha acompañado la infancia de por lo menos cinco generaciones; y, por ello, realizo esta pregunta que sirve de título a este artículo pero, antes de responderla, regresemos un par de décadas en el tiempo.
Gabilondo Soler dejó este mundo en 1990, tres años antes de que yo naciera. Por esa época, su música se escuchaba en los CD, casetes o incluso en discos LP que, para ese tiempo, ya se consideraban bastante obsoletos. Su personaje y su obra ya se habían convertido en leyenda.
Desde que recuerdo, las canciones de Cri-Cri me acompañaron durante toda mi infancia; ya fuera en una fiesta de cumpleaños, una tertulia con mi familia o en algún otro evento. Como me gustaba tanto, intenté compartirla con mis compañeros de clase mientras cursaba la educación básica; pero, grande fue mi sorpresa cuando descubrí que la mayoría de ellos solo conocía un par de canciones del repertorio de “las más populares”, a la que se pueden añadir el Negrito Sandía, Caminito de la escuela y Bombón I, también conocida como “El Rey de Chocolate”.
Era lógico que, conforme pasaba el tiempo, las canciones de don Francisco se iban haciendo menos conocidas. Su pleno apogeo fue durante la década de los años cuarenta y cincuenta, a través de su programa de radio que llevaba el mismo nombre que su personaje, Cri-Cri. El Grillito Cantor. Dicho proyecto inició el 15 de octubre de 1934 y se mantuvo al aire durante 27 años más.
Yo también sentía ese salto en el tiempo, había referencias históricas que comprendí hasta ya bien entrada mi juventud, como lo tocante a las boticas cuando se contaba la historia de un enfermo, o mencionar cantidades en centavos cuando se hablaba de dinero. Pero algo seguro fue que, aun cuando no entendía completamente las canciones de Cri-Cri, me ayudaron a desarrollar mi imaginación a pasos agigantados.
Para tratar el tema central de este artículo, me ha parecido importante señalar que, además de las referencias históricas desconocidas, existen canciones que aluden a la educación de los niños. Es por ello que realizo la pregunta: En sentido pedagógico, ¿las canciones infantiles de Francisco Gabilondo Soler siguen vigentes?
Existen piezas, aunque no la mayoría, que sugieren un tipo de educación específica para los niños. En los dos ejemplos siguientes se refiere a la corrección por medio de los golpes, ante una mala actitud por parte del infante. En La merienda se oyen un par de golpes, mejor conocidos como “manazos”, entre la quinta y la sexta estrofa, que se le dan al niño porque hace un berrinche a raíz de que no quiere tomar su leche. Por otro lado, en la tercera estrofa de la canción de La alfombra, el conejito encargado de sacudirla con un bate, siente placer al golpearla; y con ello justifica las palizas que le da su madre cuando él se porta mal:
“Un, dos, tres
¡Toma, toma, toma!
¡Ay, qué bonito es golpear!
Con razón mi mamita me pega,
cuando hago alguna maldad”.
Hemos de considerar que, en principio, esos mensajes estaban dirigidos para los radioescuchas, padres e hijos, de mediados del siglo pasado. En ese contexto, los golpes correctivos eran aceptados y promovidos dentro de la sociedad; no solo la mexicana, sino también en un plano internacional (Caron, 2018). De ninguna manera es una justificación pero, en perspectiva, existía un gran sesgo en el conocimiento popular sobre la manera adecuada de educar a los niños dentro de la familia. En los años posteriores, estudios pedagógicos indicaron que educarlos con golpes no era lo más óptimo y que, a la larga, trae más problemas que beneficios (Flores, 2017).
Pero la música de Cri-Cri no solo se caracterizó por actuar como material educativo para su tiempo. También fue creada para instalarse en un sinfín de mundos inconmensurables: la imaginación de cada niño que lo escuchaba. Me llenó de fascinación recrear en mi mente la escena de los niños atentos a la radio, a la espera de que comenzara su programa favorito, protagonizado por el mismo Gabilondo. En cuanto comenzaba la hora, echaban a volar su imaginación; la misma naturaleza de aquel medio lo exigía. Y para ejemplo de ello tenemos la película de Cri-Cri. El Grillito Cantor (Davison, 1963).
El siguiente ejemplo es tan solo uno de los tantos sentidos a los que se puede dirigir la imaginación. Existe una cantidad considerable de canciones de Gabilondo que se desarrollan en diferentes lugares de México y del mundo. Me parece un acierto maravilloso, ya que crea conciencia en sus oyentes de que existen otras realidades y otras culturas diferentes a la nuestra, y con una buena dosis de imaginación nos permite viajar a lugares desconocidos. En lo que a lugares de México se refiere está La guacamaya, que vivía en la huasteca o el Cocuyito playero que vivía en Veracruz.
En cambio, si quisiéramos hacer un viaje por el mundo, podríamos empezar escuchando el mismo tango que una araña baila con los acordes del bandoneón. Después, nos trasladaríamos al viejo continente, específicamente a España en donde, dentro de un castillo, vive un fantasma que se convirtió en bailarín por el aburrimiento de no tener a quién asustar. Posteriormente, nos veríamos en la necesidad de decidir a qué lugar pasaríamos primero: a la estepa rusa, donde un osito barbudo y barrigón toca la balalaica, o al desierto, a visitar a Jorobita que vive en un palacio junto al sultán. Y para finalizar nuestro viaje, llegaríamos a las lejanas tierras de China a platicar con el chinito que se quedó atrapado en un jarrón. Y así, podríamos alargar nuestro viaje tanto como nosotros quisiéramos.
Después de un breve recorrido por un par de puntos a considerar, mi respuesta a la pregunta: ¿Siguen vigentes las canciones de Cri-Cri? Es que sí. Para validar esta repuesta es necesario definir el objetivo final de la escucha de sus canciones. Quizá las que muestren escenas de violencia servirán para el estudio de la historia de la educación en México y algunas otras podrán seguirse usando para bailar en los festivales de las escuelas; esa es una reflexión que invito a hacer a cada uno de nosotros. Pero sin duda el valor artístico de la totalidad de su obra seguirá vigente. Francisco Gabilondo Soler nos ofreció un repertorio enorme para echar a volar la imaginación. Y como suele pasar en el mundo de la composición musical, aunque sean del mismo autor cada una de sus piezas servirá para un objetivo distinto.
Cri-Cri no pasará “de moda”, simplemente porque su música ya ha sobrevivido a esa categoría. Seguirá siendo escuchado por niños de todas las edades, desde los más pequeñitos, hasta los que se encuentran cerca de tener un siglo de vida. Cada vez que procuremos ver el mundo con los ojos de un niño, seguiremos disfrutando de la maestría de nuestro querido Grillito Cantor.
Antes de finalizar he de contarles que, mientras redactaba estas líneas, escuché, una vez más, la obra musical de Cri-Cri; y a menudo, descubría que había vuelto a interrumpir mi escritura, porque una nueva historia se había apoderado de mi imaginación…
Ilustraciones: José Manuel Garduño
BIBLIOGRAFÍA