por Ethan Buendía
En estos últimos meses, nos hemos enfrentado a una enfermedad como no se había visto en cien años. De hecho, nuestra situación no dista mucho de ser como la de hace un siglo. En aquella época, la epidemia de Gripe Española asoló el mundo entero entre 1918-1920. Pero, ¿alguna vez habías escuchado hablar de ella? A pesar de ser uno de los acontecimientos más importantes en la historia, esta peste es poco conocida. Y hoy más que nunca, revisar el episodio de la Gripe Española puede brindarnos algunas pistas valiosas para poder entender lo que acontecerá en un futuro próximo tras la pandemia de COVID-19.
Una nueva enfermedad
En el mes de diciembre de 2019, las autoridades sanitarias chinas dieron noticia de una nueva enfermedad en la región de Wuhan (Figura 1). Tras arduas investigaciones, fue posible establecer que esta afección pertenece a la familia de los “coronavirus”, los cuales afectan el sistema respiratorio. El mundo conoció, entonces, al COVID-19, SARS-CoV-2, (ICMHD, 2020, p. 3). La nueva enfermedad incluía síntomas como “fiebre, tos, dificultad para respirar y, en raras ocasiones goteo nasal y dolor de garganta” (Antúnez, 2020, p. 2).
Los coronavirus son un viejo conocido para los humanos por su potencial para crear grandes epidemias. Por ejemplo, en 2003 veintinueve países fueron afectados por un brote de SARS-CoV, causando 916 muertes. Y en 2012, el MERS-CoV infectó a 2,254 personas con 800 muertes, lo que significó una mortalidad del 35% (Aragón-Nogales, et. al., 2019, pp. 213-214).
Todos estos microorganismos comparten un ancestro común y algunos de ellos son capaces de cruzar la barrera entre especies (Ibídem). Pero lo que hace especial al COVID-19, es la “incertidumbre sobre sus principales características epidemiológicas, clínicas y virológicas y, en particular, sobre su capacidad de propagación en la población humana y su virulencia” (ICMHD, 2020, p. 9).
Aunque aún no existe un tratamiento específico que erradique la enfermedad, las medidas de prevención han resultado ser la mejor arma contra este mal. Lamentablemente, al momento de redactar estas líneas, la epidemia ha cobrado la vida de más de 300 mil personas y causado más de 4 millones de contagios. No es sorpresa que el sector de la salud se vea rebasado por la inmensa cantidad de individuos contagiados. De igual forma, la economía mundial ha sufrido un duro golpe por las medidas de cuarentena que buscan evitar la propagación del virus.
Ciertamente, no sabemos cómo culminara esta pandemia, ni cuáles serán sus consecuencias reales. Sin embargo, una mirada al pasado puede ayudar a generarnos una idea de lo que acontecerá en los siguientes años. Las enfermedades van y vienen dejando tras de sí diferentes secuelas; pero pocas afectaron tanto al ser humano como la Gripe Española.
Hace cien años
El 4 de marzo de 1918, Albert Gitchell, un cocinero del campamento Funston, en Kansas, Estados Unidos de América, acudió a la enfermería con síntomas de irritación de garganta, fiebre y dolor de cabeza. Sin saberlo, Albert era uno de los primeros individuos contagiados por una nueva enfermedad (Figura 2). Ese mismo día, “para la hora del almuerzo, la enfermería ya trataba más de un centenar de casos similares y, en las semanas siguientes, enfermaron tantos, que el oficial médico en jefe del campamento requisó un hangar para acomodarlos a todos” (Spinney, 2017, p. 42).
Esta enfermedad, hasta entonces desconocida, causó secuelas graves a toda la sociedad. Y en menos de un año, asoló todos los rincones del planeta, convirtiéndose en una de las epidemias más letales de la historia. El nombre con el que todo el mundo la conocería fue Gripe Española. Sin embargo, esta designación no hace referencia a su lugar de origen.
Dónde apareció por primera vez, aún es motivo de debate. Durante la pandemia, y en los años siguientes, China fue considerada como el foco de origen. Pero en años recientes se ha planteado que la gripe se originó al norte de Francia, en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial, en 1917, un año antes de la pandemia.
Una tercera hipótesis pone como epicentro al estado de Kansas, en Estados Unidos de América, motivo por el cual esta virasis también fue conocida como Gripe de Kansas (Mejías Estévez, et. al., 2018, pp. 660-661). Sea como fuere, lo cierto es que “la pandemia de 1918-1919 es conocida como Gripe Española porque España, neutral en la Primera Guerra Mundial, notificó su presencia” (Sánchez Fernández, et. al., 2019, p. 80). Pero, ¿cuál fue el agente responsable de la epidemia?
Un viejo conocido
Los científicos que estudiaron la enfermedad durante la pandemia, creyeron que el causante de la afección era una bacteria. Así, buscaron hasta el cansancio a través de sus microscopios sin obtener resultados. Un caso interesante es el del médico chino Wu Lien-teh, quien dijo haber detectado la bacteria de la peste neumónica como la responsable de la gripe (Spinney, 2017, p. 153).
Sin embargo, durante los primeros años del siglo XXI, patólogos y biólogos estadounidenses lograron extraer el ADN de muestras de órganos de soldados muertos por la gripe durante la Primera Guerra Mundial. Gracias a esto fue posible identificar al virus de influenza tipo A (H1N1) como el agente responsable de la Gripe Española (Figura 3). Una de las cualidades del virus A es su capacidad de pasar de una especie a otra y en ocasiones producir subtipos de formas híbridas que logran infectar diferentes especies de huéspedes. (Márquez Morfín y Molina del Villar, 2010; p. 132).
Como podemos apreciar, la epidemia actual de COVID-19, es similar a la de la Gripe Española acaecida hace un siglo. Al igual que ésta, se trató de un agente nunca antes visto. Y se desarrolló en un mundo convulsionado por guerras y crisis sociales. De hecho, para entender la verdadera magnitud de la peste de 1918, es importante tener presente el contexto en el que apareció.
La Gripe Española, como tal, es una fecha clave en la historia moderna del mundo. Y ocurrió cuando “la Gran Guerra llegaba a su fin, los Estados Unidos asumían el papel de potencia económica y militar, el capitalismo industrial se expandía y la Revolución soviética vencía a la Rusia zarista” (Sánchez Fernández, et. al., 2019, p. 79). Además, en nuestro país, la Revolución Mexicana estaba en pleno desarrollo. Este era su mundo: con secuelas sociales, demográficas y económicas que facilitaron la propagación de la enfermedad, traspasando las fronteras entre países a una velocidad nunca antes vista.
La muerte reina sobre todo
De acuerdo con diversos especialistas, para que se produzca una pandemia de gripe es necesario que se cumplan las siguientes condiciones: 1) aparición de una nueva cepa de virus; 2) debe tener la capacidad de infectar a los seres humanos y provocar una enfermedad grave; y 3) la nueva cepa cuenta con la capacidad de esparcirse rápidamente entre los seres humanos, momento en el cual se produce el periodo pandémico (Márquez Morfín y Molina del Villar, 2010, p. 121). Todo ello estuvo presente durante la pandemia de influenza de 1918.
Es importante resaltar que la mayoría de las personas contagiadas de Gripe Española, solo presentaron los síntomas de un resfriado común, a saber: dolor de cabeza, irritación de garganta y fiebre. Y como ocurre con la gripe común, la mayoría de las personas que enfermaron se recuperaron. Pero “hubo casos excepcionales en los que la enfermedad se complicó gravemente y algunos de estos desafortunados enfermos murieron” (Spinney, 2017, p. 51). En los casos más extremos, la enfermedad provocaba vómitos y tos con sangrados constantes.
Hoy en día, el número de fallecimientos sigue siendo un debate sobre la mesa. En aquellos tiempos, tanto los servicios médicos como funerales se vieron rebasados. Y muchas veces no se informó acertadamente sobre la causa de muerte, lo que hace en extremo difícil calcular con exactitud la cantidad de pérdidas humanas.
Uno de los motivos por los cuales la pandemia de Gripe Española fue tan letal se debió a su desarrollo en tres brotes. El primero estuvo presente de mayo a junio de 1918. El segundo apareció durante el otoño del mismo año, entre los meses de septiembre y diciembre, afectando al mundo por trece semanas. Cabe resaltar que este brote fue el de mayor intensidad, cobrando la vida de millones de personas y dejando otro tanto de contagios. Finalmente, en marzo de 1919 apareció un tercer brote, mucho menos letal que los dos anteriores.
La peste afectó mayoritariamente a los adultos jóvenes. Pero lo cierto es que la enfermedad no distinguió sexo o posición social. Mientras duró la epidemia, una de cada tres personas en el mundo contrajo la enfermedad. En aquel momento había 1 800 millones de seres humanos, de los cuales entre 500-1000 millones enfermaron. Además, el porcentaje de muerte osciló entre un 3-6% de la población mundial
Así, durante el primer año, entre 20 y 40 millones de personas fallecieron. Y se estiman al menos 50 millones hasta el fin de la epidemia (Figura 4). Aunque es probable que las víctimas mortales asciendan hasta los 100 millones (Mejías Estévez, et. al., 2018, p. 664). De ser correctos estos cálculos, la epidemia de influenza de 1918 tendría una de las tasas de mortalidad más altas de la historia, oscilando entre el 10-20% de los infectados.
La cantidad de pérdidas humanas causadas por las Gripe Española es sorprendente, superando con creces las de ambas guerras mundiales. Y resulta paradójico que prácticamente haya caído en el olvido. Tal vez el motivo principal sean los acontecimientos bélicos y económicos acaecidos a lo largo del siglo XX, ante los cuales la Gripe Española ha quedado relegada.
Tiempo de cuarentena
Cómo desapareció la epidemia es una cuestión que aún sigue sin una respuesta satisfactoria. Tan rápido como llegó, no tardó en desvanecerse, dejando graves estragos tras de sí. Laura Spiney comenta que “una epidemia sigue su curso y desaparece sola, sin intervención, pero las medidas que hacen que disminuya esa densidad, a las que se denomina colectivamente ‘distanciamiento social’, pueden acelerar el final de la misma y reducir el número de víctimas” (2017, p. 97). Y ese fue el caso de la Gripe Española, pues una vez que se hizo obligatorio notificarla y se reconoció que se trataba de una pandemia, pronto se aplicaron diversas medidas de distanciamiento y muchos países establecieron cuarentenas para evitar su propagación.
Escuelas fueron cerradas, al igual que los teatros y los lugares de culto. El uso del transporte público fue limitado y se prohibieron los actos donde participaran grandes multitudes. En los hospitales se instalaron pabellones de aislamiento con el fin de separar a los pacientes infectados. Se recomendó a la población usar pañuelos cuando estornudara y lavarse las manos con regularidad (Ibídem). Un pequeño letrero de Alberta, Canadá (Figura 5), contenía la siguiente información sobre la Gripe Española:
¡Esta enfermedad es altamente contagiosa! Puede convertirse en una neumonía grave: No hay medicina que la prevenga. Manténgase alejado de reuniones públicas, teatros y otros lugares donde se reúnen multitudes. Mantenga la nariz y boca tapadas mientras tose o estornuda. Cuando un miembro de la familia se enferma colóquelo solo en una habitación. La habitación debe ser cálida, pero bien ventilada. Quien lo asista debe ponerse una máscara antes de entrar en la habitación del enfermo.
Un caso extremo fue el del médico Armand Gauther, quien recomendaba tratar los ataques gripales con inyecciones de arseniato de sosa o de arrehonol, sustancias nocivas para la salud humana. De acuerdo con él, la sal arsénica ayudaba a “bajar la temperatura, desaparecía la palidez del rostro y aumentaban las fuerzas y el apetito de los pacientes” (Márquez Morfín y Molina del Villar, 2010; p. 142). Como podemos apreciar, recomendar “tratamientos” letales parece ser una constante durante momentos de pandemia. Basta recordar las declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, en las que sugirió tratar el COVID-19 con inyecciones de desinfectante.
Pero la tragedia de la Gripe Española está más allá de las muertes directas. La primera reacción ante ella fue el miedo que pronto se apoderó de la población. Este provocó un aislamiento social en extremo, donde la gente se ausentaba de sus trabajos afectando la economía. Incluso, numerosos fallecimientos de niños se debieron al hambre, pues las medidas de cuarentena aislaban a las personas hasta el punto de afectar directamente su alimentación (Mejías Estévez, et. al., 2018, p., 665).
Mientras tanto, ¿qué ocurría en México? A nuestro país, la epidemia arribó durante el segundo brote, en el mes de octubre. La primera zona afectada fue el norte; pero no tardó en expandirse por todo el territorio a una velocidad inusitada. Es muy probable que “las vías de entrada fueran el ferrocarril y los barcos”. (Márquez Morfín y Molina del Villar, 2010; p. 126).
La prensa del momento, como El Demócrata, el Excélsior o El Pueblo, no tardaron en darle diferentes nombres a la Gripe Española, destacando los de ‘dama española’, ‘muerte púrpura’ y ‘peste roja’ (Figura 6). En 1919, cuando desapareció, la epidemia dejo tras de sí miles de muertos y causó estragos en la sociedad y economía del país.
Un nuevo mundo
¿Cómo era el mundo tras librarse de la Gripe Española? La sociedad recuperada de la conmoción de la plaga tuvo diferentes trastornos como un desajuste en la economía, la desmoralización y el desorden social. “Si algo habían aprendido las autoridades sanitarias de la pandemia era que ya no tenía sentido culpar a un individuo por contraer una enfermedad infecciosa ni tratarlo aisladamente. En los años veinte, muchos gobiernos adoptaron el concepto de medicina socializada: asistencia sanitaria gratuita para todos” (Spinney, 2017, p. 231). La mayoría de los países vieron que la salud era una de las prioridades de la humanidad, por lo que pronto fueron implementados planes de seguridad social.
Asimismo, la epidemia demostró que era necesario ampliar la labor de los médicos. Ahora ya no estaba limitada a curar enfermedades: también debían idear, estudiar y proponer nuevas formas para prevenirlas. Fueron los médicos de la URSS los pioneros en este campo. Una nueva ciencia cobró importancia, la epidemiología, enfocándose en evitar futuras pandemias que atacaran a la humanidad.
La epidemia también dejó tras de sí la creación de ministerios de sanidad durante los años veinte. Si antes de ella los responsables de la salud eran excluidos de las reuniones políticas, “ahora tenían un asiento en la mesa y, gracias a ello, la salud pública se fue convirtiendo cada vez más en responsabilidad del Estado” (Ibídem).
La Gripe Española nos enseña que es inevitable el surgimiento de nuevas epidemias, “pero que mate a diez millones o a cien millones de personas dependerá del mundo en el que surja” (Ibídem, 167). De este trauma, podemos extraer muchas lecciones sumamente útiles para el futuro. En nuestro mundo actual, azotado por el mal de COVID-19, la clave del éxito como especie se encuentra en el pasado. Es necesario, pues, recordar la historia de todos nosotros, porque ella es una herramienta legada por nuestros antepasados y formada por todas sus experiencias. Está al alcance de nuestras manos y es nuestro deber aprender a utilizarla.
Bibliografía
- Antúnez, Pablo. (2020). “Proyecto preliminar del coronavirus (COVID-19) para México”. Artículo electrónico disponible en https://www.researchgate.net/publication/340032649_PROYECCION_PRELIMINAR_DEL_CORONAVIRUS_COVID-19_PARA_MEXICO
- Aragón-Nogález, Ranferi, al. (2019). “COVID-19 por SARS-CoV-2: la nueva emergencia de salud”, en Revista Mexicana de Pediatría, vol. 86, no. 6: 213-218.
- International Centre for Migration, Health and Development (ICMHD). (2020). COVID-19 notas sobre la cuarentena de la comunidad. Una contribución del ICMHD a las políticas de salud. Ginebra: International Centre for Migration, Health and Development.
- Márquez Morfín, Lourdes y América Molina del Villar. (2010). “El otoño de 1918: las repercusiones de la pandemia de gripe en la Ciudad de México”, en Desacatos, no. 32 (enero-abril): 121-144.
- Mejías Estévez, Manuel José, al. (2018). “La pandemia de Gripe de 1918: Mitos y realidades desde la literatura científica”, en Journal of Negative & No Positive Results, vol. 3, no. 8: 655-673.
- Sánchez Fernández, Luis Vicente, al. (2019)“La pandemia de gripe de 1918-1919 en territorio asturiano: de padecimiento histórico a enfermedad emergente cien años después”, en ERÍA, vol. 2019-1: 79-97
- Spinney, Laura. (2017). El jinete pálido. 1918: la epidemia que cambió el mundo. Traducción de Yolanda Fontal. ESPA EBOOK. Libro electrónico disponible en https://literaturalegionaria.blogspot.com/2019/07/el-jinete-palido-1918-la-epidemia-que.html
Enlaces electrónicos
- https://cnnespanol.cnn.com/2020/05/13/coronavirus-13-de-mayo-minuto-a-minuto-de-la-pandemia-mas-de-42-millones-de-casos-de-covid-19-en-todo-el-mundo/#0
- https://www.elmundo.es/internacional/2020/04/24/5ea291adfc6c8309298b45ae.html
- https://gacetamedica.com/investigacion/la-gripe-espanola-la-pandemia-de-1918-que-no-comenzo-en-espana-fy1357456/
- https://www.who.int/es
- https://www.paho.org/Spanish/DD/PIN/Numero18_article5.htm
Ethan Arbil Buendía Sánchez es licenciado en Historia por parte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha participado como ponente en la Universidad Autónoma Metropolitana, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, el Centro Comunitario Ecatepec-Casa Morelos y la Universidad Nacional Autónoma de México. Su tema principal de enfoque es cultura maya, principalmente la historia de la religión, cultura y política del periodo Clásico (250 d. C-900 d. C.)