Por Elba Paniagua
Al término de la famosa calle de Sullivan de la colonia San Rafael, en el cruce con Av. Reforma, se encuentra un importante punto que, durante años, ha reunido artistas del país para exhibiciones y ventas de sus obras, el llamado “Jardín del Arte”. En el punto donde este termina, mirando hacia Av. Insurgentes, nace la plaza donde se encuentra el Monumento a la Madre, diseñado por el escultor José Luis Monasterio e inaugurado el 10 de mayo de 1949.
El Día de la Madre ya se había instaurado años antes en Estados Unidos por iniciativa de Ana María Jarvis el 10 de mayo de 1908, dos años después de la muerte su mamá, en honor a ella. Su progenitora realizó esfuerzos en la Guerra de Secesión, organizando a grupos de mujeres para atender a los heridos y reuniendo a madres trabajadoras para reconocerles su trabajo. En 1914, esta fecha fue reconocida por el presidente de Estados Unidos como fiesta nacional. Cabe mencionar que para el año 1920, su hija se manifestó en contra de la celebración ya que paso de ser una fiesta para las madres a un desborde de comercialización.
En México, la fecha se celebró con tal propósito por primera vez en 1922, como iniciativa del entonces dueño del periódico Excelsior, Rafael Alducín. El periódico de la vida nacional se pronunció con el lema: “un homenaje de amor y ternura”. La iniciativa tuvo un gran recibimiento; a partir de entonces, se mantendría la fecha y la tradición de obsequiar regalos a las madres, principalmente flores.
Sin embargo, en ese año, la intención del festejo no era solo celebrar el esfuerzo de las madres mexicanas, ya que había una preocupación más urgente que acallar y que llevaba años gestándose en el sureste del país. En 1916, se organizaron dos congresos feministas que causaron revuelo social; en ellos, se discutió la regulación de la natalidad, el divorcio, la educación y el voto femenino. Es conocido como el histórico Congreso de Yucatán, respaldado en su totalidad por el entonces gobernador Salvador Alvarado y, posteriormente, por Felipe Carrillo Puerto, considerado el primer congreso feminista en nuestro país y el segundo en Latinoamérica. Este pretendía dar seguimiento a los ideales de progreso para dar fin a la imagen de mujer abnegada que se había constituido años atrás. Se dice que el entonces Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, apoyó las ideas de abnegación y la labor de procreación. Así que, ante toda esta situación de polémica sociopolítica, en Excélsior se publicó lo siguiente:
«Hoy, que en el extremo meridional del sureste se ha venido emprendiendo una campaña suicida y criminal contra la maternidad, cuando en Yucatán elementos oficiales no han vacilado en lanzarse a una propaganda grotesca, denigrando la más alta función de la mujer, que no sólo consiste en dar a luz, sino en educar a los hijos que forma su carne, es preciso que la sociedad entera manifiesta, de una forma banal si se quiere, pero profundamente significativa que no hemos llegado a esa aberración que predican los racionalistas exaltados, sino que lejos de ello, sabemos honrar a la mujer que nos dio la vida. Por ello, este 10 de mayo, oponemos el Día de las Madres».
La “propaganda grotesca” a la que se refiere el comunicado era la Regulación de la Natalidad o Brújula del Hogar, escrito por Margaret Sanger y calificado como “Folleto criminal”. Contenía información sobre la sexualidad femenina, abordando temas sobre la reproducción y manifestándose a favor del aborto.
Así, años después, el monumento se colocó un 10 de mayo de 1949, producto de un certamen realizado también por el periódico Excélsior, dirigido por José Villagrán García, con esculturas de Luis Ortiz Monasterio. Sin embargo, existe un detalle importante para mencionar: al pie de la escultura principal que representa a una madre indígena sosteniendo a su hijo, se colocó una placa con la frase “A la que nos amó antes de conocernos”.
Si bien es cierto que durante el siglo XIX se promovió el apelativo de reina del hogar para la mujer, muchas asumieron la maternidad no como un derecho, sino como una obligación. Por otro lado, dicha situación les permitió apoderare del entorno familiar, logrando controlar la mayoría de las decisiones referentes a los hijos y al hogar. Este aspecto trae como consecuencia que, en algunas ocasiones, se responsabilice a las mujeres por el comportamiento de los hijos, promoviendo el matriarcado en la mayoría de las familias mexicanas. Existen diversas tribus y pueblos alrededor del mundo en el que el matriarcado es una práctica cotidiana como en el caso de Juchitán en Oaxaca, donde las prácticas comerciales están encabezadas por mujeres. Si la mujer cuenta con las habilidades necesarias para destacar en casa, llevar a cabo labores más allá de las propuestas a su sexo y tomar decisiones en pro de la armonía familiar, ejerce un control mayor al que se cree. Las repercusiones que tuvieron estas apropiaciones del entorno familiar llevaron a las mujeres a cuestionarse sobre sus derechos, valor y apropiación de su cuerpo, rompiendo paradigmas sobre la definición de ser mujer, buscando un reconocimiento mayor al otorgado por la maternidad. Hay un dicho popular que versa “el hombre es la cabeza, pero la mujer es el cuello” y lo cierto es que muchos de nosotros hemos sido testigos de esta afirmación; aunque existan figuras masculinas en casa, el matriarcado no solo consiste en las decisiones, sino en mantener la armonía del hogar. Las mujeres no niegan su asociación con la maternidad, pero quieren el reconocimiento de la misma como un derecho y una decisión hecha a conciencia.
Actualmente en el monumento, se puede leer otra placa que corresponde a otro tiempo posterior a la fecha en que se colocó la primera, complementándola: “Porque su maternidad fue voluntaria”. En enero del año 1991 un grupo feminista realizó la Convención Nacional de Mujeres por la Democracia teniendo como discusión principal la lucha por la legalización del aborto. Así fue como colocaron la segunda placa, misma que ha sido destruida en dos ocasiones y restaurada, la última vez en el año 1998, por iniciativa de Esperanza Brito de Martí, periodista feminista y fundadora del movimiento que logró se colocara la primera vez y todas las demás ocasiones que fue destruida.
Hoy, el monumento cuenta con ambas placas y es una muestra de la adoración a la figura de la madre; sin embargo, esa pequeña placa que se encuentra al pie de la escultura, es la representación de la otra cara de la moneda, de la otra historia. Ambas placas son producto de hechos históricos en los que el feminismo y la lucha por los derechos de la mujer estuvieron presentes. El encuentro de dos discursos tan diferentes entre sí. En el primero se mira a la mujer como un ser celestial que solo se acerca a la sexualidad para la procreación. En el segundo, como un individuo autónomo consciente de su cuerpo y decidiendo con libertad. El Monumento a la Madre es el espacio ideal para reflexionar sobre nuestro pasado y presente, sobre los diferentes movimientos feministas que han existido en nuestro país. Esto deja en evidencia el choque entre las ideas con las que crecimos sobre lo que nos venden el 10 de mayo como sinónimo de la maternidad y la realidad que hemos vivido en nuestras propias casas.
Elba Lillian González Paniagua es egresada en Literatura Dramática y Teatro por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realiza su tesis sobre Isabel Prieto de Landázuri. Sus líneas de interés e investigación son los Estudios de Género, Literatura del siglo XIX, y temas relacionados al horror y el terror. Ha escrito reseñas de cine y novela corta en publicaciones independientes, así como traducción de poesía. Tradujo textos y realizó pláticas sobre migración e inclusión en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), colaboró en los eventos del Centro Cultural Coreano y participó en el Coloquio sobre Cultura Coreana realizado por el COLMEX. Actualmente, brinda asesorías de reseña literaria en Librería Porrúa, colabora con ChildFund México en el área de Patrocinio Internacional y participa en obras de teatro independientes con temática histórica y literaria. Es colaboradora de Fundación Guendabi’chi’ A. C.