Por Mathieu Branger
Ilustración: Erika Niño
El vapor
Maxime Du Camp, en Los cantos modernos
Amigo, no soy malo,
Me puedes liberar sin temor;
El hada invisible que canta,
¿Sabes su nombre? ¡Es el vapor!
Laurent-Pichat.
I
Soy joven y por lo tanto tan bello
Que cada uno me adora de rodillas;
No encontré rebelde,
Cada uno encela mi fuerza;
¡Por que soy el Vapor inmenso!
Tengo el futuro ahora;
¡Con el siglo yo inicio
Y nunca terminaré!
¡Soy yo!, el hada moderna,
Que desde hace mucho se esperaba,
¡Y que ofrece en cada bufido
Unos prodigios esplendorosos!
Me extiendo, aumento, cambio;
Por mí los más fuertes son auxiliados;
¡Y tomo el oro en toda mezcla
Mejor que unos Flamel poseídos!
Yo renovaré el mundo,
Fácilmente y sin esfuerzo,
¡Llevo en mi fuerza fecunda
Aquello para revivir la muerte!
El sueño aterrador de Arquímedes
Por mí será realizado,
Y levantaré sin ayuda,
Nuestro globo fertilizado
Vean ya todas mis obras,
Vean hasta dónde va mi auge,
Vean mis ardores, mis maniobras,
Y sin embargo aún tartamudeo;
Soy aún frágil y débil;
Para tomar lugar espero mi turno;
Pero, así como un gigante hábil,
¡Crezco cien pies por día!
Vean ya en las fábricas,
Levanto los pesados martillos,
Mi aliento anima las máquinas,
Mi brazo maltrata los tornos;
Pesos grandes no son más que plumas
Que cargan mis músculos de bronce
¡Y sólo, yo bato más yunques
Que los Cíclopes de Vulcano!
Desciendo en el abismo oscuro
Dónde el obrero pálido y débil
Trabaja sepultado en la sombra
Buscando la vena furtiva;
Quito rocas enteras
Con el fin de ampliar mi camino,
Y desvío los ríos
Para arrojarlos sobre sus molinos.
Contra viento, tormenta y marea,
Soy yo quien empuja sus naves;
Cuando la exasperada borrasca
Encorva cual arbustos
Los mástiles de sus más grandes buques,
¡Brincando voy sobre las aguas,
Pleno de ardores y sonrisas,
Al cantar de sus marineros!
En los grandes mares donde me deslizo,
Por encima de los corales rojos,
Haciendo girar la hélice,
Miro a través de las aguas
Las ballenas de piel negra
Y los consternados tiburones,
Quienes, a pesar de sus aleteos,
¡Detrás de mí, dejo lejos!
Suelten sin arnés; sin trabas,
Los sementales de sus granjas,
¡Los más rápidos y valientes!
Serán todos derrumbados
Que rápido, loco, humeante,
Pleno de llamas y fuego,
Burbujeante, ardiente, rabioso,
¡Ya estaré muy lejos de ellos!
Me llevo en un día
Más hombres y más cargas,
Que antes en todo un año
Sus calesas y carruajes
No podían jalar en las rutas,
¡Sofocándose por sus esfuerzos!
¡La vida está llena de derrotas!
¡Es nuestro turno! ¡Se murieron los viejos!
Para las obras gigantescas
Y para las obras aterradoras,
Tengo gritos como tormentas,
Y latidos fulminantes:
Pero cuando una obra delicada,
Me es dada a desarrollar,
¡Entonces, tengo la dulzura de una gata
Y acaricio sin golpear!
Despejé sus debilidades
De los más duros trabajos;
A cada una de sus riquezas
Yo entrego frutos nuevos:
Soy el gran ayudante
De todo lo que aquí se sufre;
¡Soy la piedra miliar,
Oh progreso, de donde partirás!
Siento en mi amplio pecho
El porvenir entrar cada día;
Por mí la voluntad divina
Establecerá la obra de amor;
Por mí los hombres serán hermanos
¡Eso que Dios quiere, lo haré!
Las carencias y las miserias
¡Soy yo, soy quien las matará!
¡Sus soldados van a la guerra
Con el hierro, con el plomo!
¡Si yo me metiera a hacerla,
El combate no sería largo!
Callaría los disparos
Mirándolos fijamente,
¡Y haría caer las murallas
Con un solo golpe de hombro!
Reseña
El vapor, fugaz e impalpable, es uno de los signos que denota nuestra modernidad industrial. El humo y la fuerza de la máquina son también, desde hace 150 años, motivos recurrentes en la historia del arte, y de los cuales Timothy James Clark subrayó las ambigüedades. Aparecen en algunas pinturas impresionistas, anunciando un sueño de posibilidades infinitas, mientras que en las ciudades desiertas de Giorgio de Chirico, se vislumbran como último eco de una utopía ya acabada. Siguiendo esa interpretación, el régimen visual moderno estaría atravesado por la imagen del vapor, comprimido y evanescente, a la vez figura del vacío y del poder.
Ya en 1855, en el volumen Los cantos modernos, el poeta y escritor Maxime Du Camp (París, 1822–Baden-Baden, 1884) expuso algunas de las ambivalencias de un mundo del que testimoniaba la transformación por la pujanza de la industria y la urbanización. Este escritor, olvidado tras la sombra de sus amigos Charles Baudelaire y Gustave Flaubert, no cayó en la ilusión tramposa de una visión simbolista de la gran ciudad, la corrompedora de hombres. Al contrario, y como lo podemos leer en su poema “El vapor”, Du Camp aún creía ingenuamente que esa nueva fuerza sería el advenimiento de un futuro positivo de hermandad universal y de liberación a través de la técnica. Desde entonces, los artistas modernos y posmodernos han abordado esa utopía y sus contradicciones.
Bibliografía
Maxime Du Camp, “La vapeur”, en Les chants modernes, Michel Lévy Frères éditeurs, París, 1855, pp. 250-272.
- J. Clark, “Modernism, postmodernism and steam”, en October, vol. 100, primavera de 2002, pp. 154-174.
Mathieu Edouard Yves Branger es maestro en Arte y Patrimonio por la Universidad de Burdeos y en Estética y Arte por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla-México (BUAP). Cuenta con varios cursos y seminarios relacionados con la investigación histórica y los museos. Desde 2008, realiza trabajos en el campo de la investigación y de la docencia en historia e historia del arte. Hoy en día, es titular de la asignatura de Historia de la Moda a través del Arte en la Licenciatura en Diseño de Modas y Mercadotecnia en el Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación (CECC). Actualmente forma parte de Redacción Digital QUIXE.
Un comentario sobre “Reseña y traducción del poema El vapor, de Maxime Du Camp”