19S Reflexiones personales sobre el terremoto que sacudió a México.
por Viridiana Rivera
Hace un año, me encontraba en las instalaciones de Posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizaba trámites de mi regreso afortunado de Barcelona; y lo llamo “afortunado”, ya que sobreviví al atentado terrorista suscitado en las Ramblas. Sin embargo, tal “fortuna” de supervivencia terminó cuando a las 13 horas del 19 de septiembre de 2017, viví el terremoto que destrozó la zona centro-sur de México.
Mi experiencia con el terremoto no fue traumática en su momento, pues no lo sentí “tan fuerte”, -posiblemente por el suelo firme de la reserva del Pedregal, y por la estructura del edificio de Posgrado-. Pero en el camino a mi casa, recorrí a pie las colonias aledañas a Ciudad Universitaria hasta llegar a la avenida División del Norte, para tomar un camión rumbo a mi departamento. En dicho trayecto, vi edificios desplomados y gente desconsolada, con los rostros empapados de llanto y con los ojos sobresaltados por su terrorífica experiencia del sismo. Traté de comunicarme con mi familia y mi pareja, pero las llamadas no salían; y mientras tanto, yo buscaba la manera de llegar a mi destino.
En las noticias, la catástrofe estaba en boca de todos los reporteros de la televisión y la radio. Después de que regresó la señal de telefonía, recibí un sinnúmero de fotografías e imágenes de los poblados afectados de Morelos, tierra en donde nací. Al día siguiente, regresé a Morelos para estar con mi familia; y mis padres me narraron con temor lo que mis ojos pudieron ver al llegar a mi casa. Sus paredes se veían como las grietas fractales del suelo desértico. Al mirar que mi hogar pudo haberse desplomado encima de mis padres, recordé inmediatamente las fotografías de la construcción de la casa, por allá de la década de los noventa.
Los años invertidos en la construcción de un proyecto pueden derrumbarse en un pestañeo. Es cuando el concepto de hogar traspasa la materialidad; porque después del 19S, los hogares se mantenían cohesionados aún con las casas hechas polvo. La idea de patrimonio, asimismo, se resquebraja con el movimiento de placas tectónicas, y todo aquello erigido por el ser humano es tan frágil como el humano mismo. Y otra muestra de ello fue el incendio del Museo Nacional de Brasil, cuya pérdida de vestigios estéticos incluyó desde arte brasileño hasta escultura egipcia –única en el continente iberoamericano-.
Hace unas horas que vivía el simulacro conmemorativo por el aniversario del 19S, vi los mismos rostros de preocupación y de pánico en varias personas. Parecía como si todos esperaran un nuevo sismo, ya que sería la tercera vez que se viviese un terremoto en un 19 de septiembre. El simulacro fue como si regresáramos el tiempo. La expectativa de sufrir algo parecido una vez más tenía a varios trabajadores de oficina fumando, bebiendo té, hablando de su experiencia con el sismo, como si hubiese ocurrido. Así, la memoria se manifestó en forma de trauma. Creó su presencia con el fantasma del terremoto que arrasa con la huella humana material.
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